jueves, 30 de diciembre de 2010

Navidades distintas

Y después de un tiempo compartido, que no fue mío, me dejé trasladar a una esfera que ya parecía repetida,y me vino la Navidad, y me quise dormir al lado de un árbol, para tratar de localizar la salida del armario al Reino de Narnia, para recuperar los sueños que no tuve. And after one shared time, that it was not mine, I let myself to move to one sphere that it seemed repeated, and the Christmas came to me, and I wanted to fall sleep besides to the tree, trying to find the exit from the wardrobe to Narnia's Kingdom, for recovering the dreams that I had not.



Y allí se me acercaron los colores del rojo, que buscaba a los padres de una niña perdida. And there came to me the colours of the red, that it was searching for the parents of one lost girl.




Y soporté el arrugado aroma del sabor de los turrones y la velocidad del oro de algún bombón. And I bore the crumpled scent of the flavour of the nougat candy and the speed of the gold of some chocolate.






Y cinco sueños más adelante, se me acercó un corazón escondido dentro de un copo de nieve. And five dreams later came to me one heart hidden inside of the snow flake.




Pero sin saber cómo, me vino una descontrolada alegría, y me dí cuenta de que no estaba soñando y que lo que ocurrió antes era la realidad y que a partir de aquel momento empezaba a soñar. But without knowing how, one hapiness out of control came to me, and I realized that I was not dreaming and wat happened before was te reality and since that moment I started to dream.


miércoles, 15 de diciembre de 2010

Adiós


Espero que haya encontrado el camino....





martes, 14 de diciembre de 2010

sábado, 31 de julio de 2010

Regresos

Y Lorenzo regresó a Bangladesh, a completar su segundo curso en la Universidad. Creyó que todo lo iba a encontrar distinto, más extraño, más lejano, como algo prohibido. Pero no, nada había cambiado. El hecho de imaginarse que regresaba a una casa vacía que había que volver a llenar, un reloj que se había parado y él debía darle de nuevo cuerda, le hizo reponerse ante la soledad que habitaba entre todas aquellas paredes. Pero, desgraciadamente, el olor a cerrado le hizo creer que allá dentro había algo que lo llamaba, que lo necesitaba. La ciudad, trémula e inquebrantable se había instalado dentro de la casa, dejando todo invadido de polvo y contaminación. Pero el jet lag seguía siendo el mismo. Los rickshaws seguían musicalizando aquellas calles con sus timbres. En las mezquitas seguían llamando a la oración. La lluvia no cesaba ni daba tregua. Y, por supuesto, la ausencia de electricidad dos o tres veces al día. Todo, absolutamente todo continuaba en su lugar, dándole pistas continuamente, señalándole el mismo camino angosto por el que debía caminar para llegar a certificar que aquello era Bangladesh, y que, tal vez, no había salido del país en el mes y medio que había pasado en España. Y respiró hondo. Vació las maletas y se puso a dormir para recuperar las cuatro horas de diferencia que le habían robado los dos aviones entre Barajas y el ZIA international airport.

Al despertarse todavía eran las ocho de la tarde y ya era casi prácticamente de noche. Llamó a su colega para avisarle de que ya estaba en el país y concretaron una reunión el día siguiente. Se duchó mientras dejaba que el agua caliente hiciera su trabajo con la bolsita de té que había dejado en la taza y al salir, medio mojado para poder soportar el calor, conectó su portátil y sintió la necesidad de retomar su blog. Sus dedos se sentían ávidos por volver a escribir y su cámara le llamaba desde su cajón para rehacer fotografías. Además, mientras saboreaba el té rojo le llegaba la idea de que un escritor hace eso: siente la necesidad de escribir porque se siente solo, es esa soledad la que le hace escribir; cuando una persona se siente así necesita hablar con los demás, pronunciar que está ahí, hacerse ver y sentir, y, por lo tanto, escuchar, para alejar esa soledad. Al fin y al cabo, los buenos escritores (no los best-sellers) escriben por eso, porque la escritura es la única forma que tienen para ser escuchados, o mejor, leídos. Para ahuyentar de su alrededor el terrible monstruo de la soledad con la antorcha magnífica e iluminada de su palabra escrita. Y así lo hizo Lorenzo. Reabrió su blog, que se había parado emocionalmente cuando se acabó su primer curso en la Universidad de Dhaka. Volvía con más ganas que el primer curso, ya que la idea de lo desconocido ya no le preocupaba, sino era mucho mejor, ya podía moverse por aquella ciudad desorbitada sin problema, entendiendo el bengalí y volviendo a ser profesor y escritor. Una sonrisa se dibujó en su rostro cansado por el viaje porque nuevamente se sentía feliz.

Mientras le daba el último sorbo a su té, que aún estaba caliente, abrió el Winamp y comenzó a escuchar la primera canción...

lunes, 17 de mayo de 2010

Final del primer ciclo

Hoy se ha cerrado un ciclo de mi vida. Es lo que ocurre cuando cierras una casa y cuando has echado la llave te paras a pensar qué cosas has vivido en ella porque sabes que esas cosas nunca más van a volver. Recuerdos extraños pero conmovedores, necesarios en la vida de cualquier ser humano. Hoy que he dado mi última clase del curso en la Universidad puedo valorar qué experiencias se han instalado en mi memoria, algunas que quisiera olvidar y otras que sé que siempre voy a recordar, como es aquel 17 de Julio de 2009 cuando salí del aeropuerto y la ciudad de Dhaka me devoró con su extrañeza y sus tentáculos opresivos. Ahora tal vez estoy llorando, pero no sé si son lágrimas de nostalgia, tristeza o de alegría. La verdad es que Bangladesh es así, se te mete dentro, se te pega en todas partes de tí y no sabes si escapar de él o quedarte en él para siempre, o tal vez ambas sensaciones, huir de Bangladesh dentro de él mismo.

Ahora sólo queda hacer las maletas, en las que voy a guardar todos los momentos jugosos e incomparables con nada, como esas millones de fotografías que se han revelado en mi memoria. Sundarbands, Rokeya Hall, Zia International Airport, Gulshan, el interminable sonido de las mezquitas, el decoro de las mujeres que produce un extraño sortilegio en los hombres, que necesitan mirar y mirar sin dejar de imaginarse cómo son esas mujeres debajo de sus ropas, el sonido de las ruedas de los rickshaws, el tibio calor del motor del CNG en mi espalda cuando el sol revienta en la lona del techo, la tibieza rabiosa y dulce de los mendigos pidiendo para una cucharada de arroz, mi aula 118, que me ha visto y sentido en su interior como si fuera un feto por madurar, escuchando mis clases detenidamente, mis alumnos a los que nunca voy a poder olvidar, Rafique, que más que mi jefe es más que un amigo y que llevo en mí allá por donde camino por Dhaka porque de él he aprendido que si quieres puedes, Old Dhaka y su espantoso caos del orden donde me di cuenta de que los sueños de Borges no sólo eran ficciones sino que se trasladaban en espirales detenidas en aquellas calles, el cielo de la ciudad que quiere ser azul pero se pinta de blanco por timidez, el aroma del té escuchando las gotas de la destructiva y al mismo tiempo reponedora lluvia rebotando en mi balcón mientras miro hacia el vacío sentado en el suelo de mi habitación con la ventana abierta, y sobre todo Mirpur, ese barrio donde todo es posible, de calles estrechas , donde el laberinto nunca acaba y del que nunca sabes cómo salir porque sus infinitas tiendas de frutas, el barro del suelo y la dulzura de las estrellas del cielo hacen que tu memoria se rehaga en cada segundo, golpeando el infinito y dejándote ileso porque necesitas respirar el profundo aroma de sus muros y sus miradas.

Ahora me detengo. De soslayo me pongo a pensar y sé, con la mano en el pecho, que la fuerza de Bangladesh es capaz de cambiar cualquier vida. El que entra aquí no sabe cómo salir. Pero el que sale, necesita volver. Hay algo que no se ve pero que te ata. Crea en tí la necesidad de volver a nacer para venir a esta tierra donde una mirada no tiene precio. Por eso soy feliz al saber que la extensión de mi beca ya es real y podré regresar a este Paraíso donde la magia se recupera en cada recuerdo.

lunes, 3 de mayo de 2010

Curiosidades y perfecta sintonía bengalí

Hola de nuevo a tod@s mis lector@s. Después de un mes sin caer por aquí, liado con exámenes, reuniones y nuevos horizontes laborales, he vuelto para hacer una entrada como las del principio, con fotos y sensaciones que aunque ya llevo aquí casi un año, son nuevas, muy nuevas, para mí. Y es que a veces la vida es una vuelta atrás, como si eternamente estuviéramos regresando para tratar de recoger lo que hemos sembrado, y quedarnos siempre con los mejores frutos de la cosecha.

Últimamente, me estoy aficionando bastante a la comida bagladeshí, porque aunque mi estómago me decía que me abandonaba para irse a España a volver a digerir la buena paella, el arroz negro, la fideua o las lasañas, ahora parece que ya se ha atrevido a digerir las difíciles y picantes recetas del que ya es mi segundo país en mi alma.

La primera receta que me ha fascinado es la del Moglai Porata, una especie de pastel rectangular hecho con una masa parecida al hojaldre y que dentro lleva una mezcla hecha con huevo, cebolla y chile. Aquí os dejo una foto que he encontrado por la web para que os hagáis una idea visual, ya que en cuanto al sabor no os podéis imaginar lo sabroso que es.



Otra receta a la que me he aficionado, aunque tal vez sea muy picante para mí todavía, es la del chanachur. Normalmente puedes encontrarlo en cualquier calle; los que lo venden suelen estar en alguna esquina, con una mesa alta y en ella los ingredientes: cacahuetes, tomates, chile verde, cebolla picada, y una mezcla de aceite de mostaza, cilantro y limón. Introducen todo eso dentro de un bote que se cierra con una tapa de rosca y una vez todo está dentro de éste, lo agitan rápidamente para que se empape todo bien con la mezcla del aceite. Cuando ya está preparado, te lo sirven en un trocito de papel de periódico a modo de recipiente de ir por casa. Aquí os pongo otra foto que he encontrado en la web:



Además, estoy tratando de aprender a comer con la mano (no con las manos, ya que la izquierda no se usa para comer aquí). Parece fácil pero no lo es, porque quieras que no, la mesa en la que comes se llena de arroz, ya que la falta absoluta de práctica hace que la mitad de lo que coges entre los dedos se resbale. Pero bueno, seguiré intentándolo.

Por otra parte, últimamente estoy viviendo y viendo cosas muy curiosas en estas tierras. Por ejemplo, las autoescuelas. Cuando vas caminando por algo que ellos llaman acera te puedes encontrar con algún cartel como éste



Como no podía creerme que hicieran las prácticas con semejante Mercedes, me esperé a ver qué coche usaban. Y he aquí el cochazo de lujo:



Pero lo más gracioso es que mientras estaba esperando el coche ví un hombre que cruzaba la calle. No parece extraño aquí, ya que todo el mundo cruza la calle por enmedio, pues no hay pasos de cebra. Lo extraño es que estaba cruzando con una silla de madera en una mano y una mochila en la espalda. Llegó a un árbol y puso la silla delante. Abrió la mochila y sacó un espejo de su mochila, y después los utensilios propios de un barbero.



Y bueno, entre otras cosas curiosas que me han pasado es alguna historia con algún rickshaw porque a veces se creen que por ser extranjero tienes que ser tonto y pagarles lo que quieran. Por un trayecto normal de unos 10 minutos tienen un precio entre 10 y 20 takas, pero a mi me piden 50. Un día conseguí un viaje por 20 takas, todo un éxito teniendo en cuenta que el mismo trayecto a un bangla le hubiera salido por 15. Yo estaba en un centro comercial que se llama Pink City y el rickshaw debía cruzar Gulshan Avenue para dejarme en mi casa, que está en la calle 34, enfrente de la calle 111, al otro lado de la avenida. Como ellos no pueden ir por ninguna avenida principal para no ralentizar el tráfico, se fue por una calle paralela a Gulshan Avenue. Yo me di cuenta de que se estaba pasando de mi calle, y no le paré, pensando que iba a cruzar la avenida por otro sitio. Y entonces vino mi sorpresa: se metió por la calle 115, a unos 800 metros de mi casa y paró el vehículo antes de cruzar la avenida. Yo pensaba que iba a cruzar, y esperé sentado. Pero me miró y me dijo que ya había acabado el viaje. Yo miré el número de la calle en un cartel y le dije que era la calle 115 no la 34. Él me dijo que no podía cruzar la avenida. Y yo cogí tal cabreo que me bajé y tiré 5 takas al suelo. Él se pensaba que le iba a pagar las 20 que había pactado (cuando un rickshaw o el conductor de un CNG no recibe el dinero que has pactado con él son capaces de cualquier cosa), y empezó a gritarme diciéndome que debía pagarle 15 takas más. Pero yo no le hice ni caso. Él se fue a un policía y le contó lo que había pasado, y yo me acerqué y le conté la verdad, y el policía me dio la razón. La conclusión que saqué de esta aventura fue que odio a los rickshaws cada día más y además aprendí que hay que estar seguros de que saben dónde deben ir porque muchas veces no lo saben, te subes y después quieren cobrar lo que has pactado con ellos. Por tanto, si ves que no van a ir donde quieres, les debes guiar tú o decirles que paren y le pagas mucho menos de lo que has pactado, aunque te juegas una discusión, pero así aprenden a hacer bien las cosas y no decir siempre que sí te llevan.

Por último, lo que sí tengo claro es que el calor de este país es especial. Hay días que podemos llegar a los 48 grados fácilmente. Con esas temperaturas es normal que la gente se quede dormida donde sea. Eso le ocurrió al hombre de la foto. Lo que hay junto a él son un montón de cáscaras de coco vacías, que no es que se las haya bebido él de una (sí, dijo beber porque estos cocos están llenos de agua dulce, les hacen un agujero en la parte superior, por el que introducen una pajita y se beben toda el agua, que por cierto, está buenísima). Pues aunque parece mentira esas cáscaras de coco forman parte de un montón de basura, y dormir al lado de ella es lo normal.




viernes, 9 de abril de 2010

Extrañezas y consejos

Hola de nuevo a tod@s.

Después de estar un tiempo desaparecido, viviendo cambios en mi vida y tratando de encontrarme a mí mismo, he regresado del eterno letargo de la soledad que todo lo modera. Ahora lo único que me queda es este calor que todo lo espesa y todo lo destruye. Después de pasar alguna noche deshidratado (a veces tu cuerpo se seca y quiere eliminar toda el agua que tiene, como si ese flujo líquido que pierde fueran los malos recuerdos de un pasado que se ha roto) y después de sudores y temperaturas de 40º C, hay algo de Bangladesh que está intentando controlarme, y no sé exactamente qué es. Aquí la vida es maravillosa, y me estaría mintiendo a mí mismo si dijera que estoy mal aquí, porque esto es una experiencia que todos nosotros deberíamos vivir alguna vez en la vida porque necesitamos poblarnos de la luz que se descuelga cada día de esta realidad, que, por otra parte, está rota y es como si nos necesitara a nosotros para completarse.

Ahora ya sé otra cosa sobre Bangladesh, y es que a veces la ignorancia nos hace darnos de golpe contra nuestros propios sentimientos. Este país es así de tramposo. Cuando llegas por primera vez todo es abrumador, etéreo, luminoso y animal. No puedes dejar de asombrarte por los colores, el orden del caos que se desenvuelve en cada calle, las miradas de los niños sin brazos en los semáforos, el sabor del fuego de la comida, la belleza perfecta del bengalí, una lengua que no deja de sorprender al extranjero por su dulzura y al mismo tiempo por su dificultad. Cuando llegamos a Bangladesh por primera vez nos dejamos controlar por el repetido sonido de los timbres de los rickshaws, el ancestral canto de las mezquitas a las 5 de la mañana, la tiznada y colorida luz del sol cuando amanece y nos olvidamos de que venimos de fuera.

Todas esas sensaciones se convierten en más brutales cuando has salido del país y has regresado de nuevo. Es entonces cuando nos damos cuenta de que no somos simples turistas que estamos aquí de paso, con una maleta y una guía de viaje de la Lonely Planet. Cuando cruzas por segunda vez la frontera de Bangladesh te das cuenta de que ésto no era lo que imaginabas o sentías, ésto se revuelve y se mueve en contra tuyo, pero no con rencor, si no tratando de controlarte, de atarte, y es entonces cuando te das cuenta de que necesitas deslizarte por debajo de esta realidad y tratar de huir de tí mismo e intentar estudiarte desde fuera y encontrar qué es realmente lo que te ha traido aquí. Es tal vez entonces cuando es necesaria la inmersión social en esta especie de trampa, es entonces cuando es necesario el sentirse uno más de ellos, dejar de ser extranjero; de alguna manera dejarte controlar por Bangladesh para aprender a escapar de él pero sin perder el regusto maravilloso que ya tienes dentro de tí.

Por tanto, lo primero que creo que se debe hacer es aprender la lengua, para poder entender de manera más clara esta realidad desubicada. Y es lo que estoy tratando de hacer (en unos días empezaré una serie de entradas sobre bengalí para que todo aquel que quiera venir aquí pueda tener unas ligeras nociones del idioma), aunque siempre me sentiré como el otro.

Otra cosa que estipula la identidad de un país o sociedad es la comida, con lo que es interesante dejarte llevar por el suave sabor del arroz, los vegetales, el pollo y el pescado, los noodles, el chili o el dal, y no sólo saborearlo, si no lo más importante, que es saber cocinarlo. Y eso también estoy tratando de aprenderlo.

Pero tampoco debemos olvidar que otra marca social es la ropa, con lo que últimamente me he dedicado a comprar algún fotua (es una especie de camiseta o camisa fina que no se pega al cuerpo y que es más corta que el panjabi), panjabis y alguna que otra camisa.

Por último, para tratar de escapar de aquí, buscando una pequeña salida, estoy tratando de almacenar notas para mi novela en cualquier trozo de papel. Ella es una especie de salvadora, una especie de rescate, esa salida ínfima y luminosa que está ahí ayudándome.

Pero además de escribir, esta nueva soledad que me ha llegado de golpe me está permitiendo tener más tiempo para leer, de forma que ahora estoy entregándome a Neruda y sus sonetos de amor, en los que identifica el cuerpo de la mujer con la naturaleza, y me he dado la licencia de escribir un poema tratando de igualar Bangladesh con el cuerpo de una mujer lejana y oscura, intocable. Aquí os lo copio para dar término a este post extrañamente solitario.

Rokeya Hall

Ayer miré desde mis ventanas la noche blanca
y supe que ya te llevaba dentro.
Tu arroz, tu piel, tu té, tu alma bengalí, tu lengua oscura
se han añadido a mis memorias, escondidas, tímidas.
Las miradas de algunos calendarios me suavizan el dolor
de saber que un día me sufriré con tus olores y tus huellas.
País mágico, en tu cuerpo he visto moverse la música lejana del tiempo.
Sonrisa preciosa, en la ligera y suave línea de tus caderas
he escuchado el sonido del manglar, del agua, el rugido del tigre.
En el agua de tus ojos he conocido el rumor del silencio
producido por el paso de un ángel.

Y tal vez mañana, el sonido que hacen los gatos en la calle amándose
me traigan la locura que es caminarte por el cabello, tu boca y tus manos.
Tu tierra negra ya la tengo aquí, en mi corazón, y no me la puedo limpiar nunca.

martes, 6 de abril de 2010

Shondha Tara

Después de volver
se olvidó de todo.
Sin nada, sin presión.
Dicen que tampoco sin gravedad.

En la memoria del agua
permanecen algunos sueños.
Habitaciones sin encender,
sin las primeras estrellas.

Descaminó murallas, ciudades,
luces, noches y soledades.
Los cinturones ya no servían.
Los ojos cerrados no soñaban ya nada.
Sólo altavoces, sonidos memorizados,
dinero en el armario
y alguna ventana cerrada.

Más que la letra pequeña,
aprendió que debía seguir la letra grande,
para no caer en los mismos errores.

Descifró y escribió su futuro
en sus manos, pero se olvidó de leerlo.
Una piel tostada le habla desde
el otro lado del espejo.
Una sonrisa le deja una señal.

Hay una manzana al fondo de la nevera
con una flecha clavada,
atravesando algún corazón.
En otros rincones hay algún fotua.

Una pareja se mira
pero no se besan.

El rickshaw al frenar
ha dejado una marca en el asfalto
que ya nadie podrá borrar.
Es la marca del dolor en su piel.

Y, allá, en la tranquilidad del hielo,
algún café le recuerda algo.
En las tibias esperas,
el teléfono no suena nunca.
Y se sienta en la cama
a reiniciar su memoria,
a desmontar su nueva soledad.

Un chocolate mal envuelto
se ha quedado olvidado
en alguna zona oscura de la
despensa de otra casa.

En algún parque un árbol
está apunto de romperse.
Y en el zoo el nuevo animal
es la atracción de todos.

Una pelota botando en una calle
le ha recordado el futuro
de alguna de sus infancias.

Después de todo,
ya no sabe qué decir.

En la convocatoria de la víspera,
su memoria vuelve a comenzar.
Y un color blanco le trata
con respeto, con luz.
Y una vibración de lenguas
le traslada a algún idioma,
como si después del arroz
ya no hubiera té.

Entre un cristal y otro
descodificó un mensaje
enviado a distancia.

Las ciudades son distintas
a través de las ventanas.
Parece que llueve distinto,
y los días son diferentes.

En un billete de avión
hay un poema mal escrito,
que alguien lee en voz alta,
mientras permanece en silencio.

Se olvidó de recoger la ropa
interior del suelo,
y una lavadora no la ha limpiado.

Cuando la luz se va de
viaje, hay momentos de
sudores, silencio, soledad.
Y sus gemidos revolotean
como los piares del kokil.

Al morderse las uñas
ha visto una semilla de rosa
y se la ha clavado en una encía
como una aguja invisible.

Y supo que debía volver a vivir.

domingo, 21 de marzo de 2010

Nuevo descubrimiento: Emilio Adolfo Westphalen




A veces la poesía está cargada de reflejos de la vida misma. Y duele darse cuenta...



He dejado descansar tristemente mi cabeza

En esta sombra que cae del ruido de tus pasos

Vuelta a la otra margen

Grandiosa como la noche para negarte

He dejado mis albas y los árboles arraigados a mi garganta

He dejado hasta la estrella que corría entre mis huesos

He abandonado mi cuerpo

Como el naufragio abandona las barcas

O como la memoria al bajar las mareas

Algunos ojos extraños sobre las playas

He abandonado mi cuerpo

Como un guante para dejar la mano libre

Si hay que estrechar la gozosa pulpa de una estrella

No me oyes más leve que las hojas

Porque me he librado de todas las ramas

Y ni el aire me encadena

Ni las aguas pueden contra mi sino

No me oyes venir más fuerte que la noche

Y las puertas que no resisten a mi soplo

Y las ciudades que callan para que no las aperciba

Y el bosque que se abre como una mañana

Que quiere estrechar el mundo entre sus brazos

Bella ave que has de caer en el paraíso

Ya los telones han caído sobre tu huida

Ya mis brazos han cerrado las murallas

Y las ramas inclinado para impedirte el paso

Corza frágil teme la tierra

Teme el ruido de tus pasos sobre mi pecho

Ya los cercos están enlazados

Ya tu frente ha de caer bajo el peso de mi ansia

Ya tus ojos han de cerrarse sobre los míos

Y tu dulzura brotarte como cuernos nuevos

Y tu bondad extenderse como la sombra que me rodea

Mi cabeza he dejado rodar

Mi corazón he dejado caer

Ya nada me queda para estar más seguro de alcanzarte

Porque llevas prisa y tiemblas como la noche

La otra margen acaso no he de alcanzar

Ya que no tengo manos que se cojan

De lo que está acordado para el perecimiento

Ni pies que pesen sobre tanto olvido

De huesos muertos y flores muertas

La otra margen acaso no he de alcanzar

Si ya hemos leído la última hoja

Y la música ha empezado a trenzar la luz en la que has de caer

Y los ríos te cierran el camino

Y las flores te llaman con mi voz

Rosa grande ya es hora de detenerte

El estío suena como un deshielo por los corazones

Y las alboradas tiemblan como los árboles al despertarse

Las salidas están guardadas

Rosa grande ¿no has de caer?


viernes, 12 de marzo de 2010

25ª y 26ª clases: repasos

Hoy toca de nuevo clase de español. Os voy a explicar cómo fueron la 25ª y la 26ª clases.


La 25ª fue de repaso solamente de los verbos pronominales, ya que se acercaba el examen que les pusimos el día 5 de Febrero y necesitaban tenerlo más claro.


La 26ª clase fue más amena. Empecé acabando el ejercicio en el que hablaba una madre y su hijo, no sé si acordaréis de la última clase, que la acabé con un texto de un chico argentino que contaba cómo era su día a día. La mujer comentaba que se pasaba todo el día limpiando en casa, cocinando y que iba a casa de su hijo a llevarle la comida y a limpiarle la casa. Esto les chocó bastante a mis alumnos, ya que no entendían por qué el chico quería vivir solo si iba su madre a limpiarle y a llevarle la comida, porque además la mujer debía combinar todas estas cosas con sus clases de inglés por las tardes como profesora. Este texto me dio pie para crear un debate sobre la mujer en esta sociedad, muy interesante, ya que la mujer aquí es el pilar de una familia, ya que ella es la que cocina, la que limpia y se preocupa de que la casa esté en orden y que no falte de nada a la familia.


Después de este ejercicio medio cultural pasamos a hacer otro ejercicio, pero esta vez más gramatical, en el que debían fijarse en la irregularidad del Presente del verbo Dormir y debían conjugar el Presente de los verbos Volver y Acostarse. Después hicimos un ejercicio que estaba en el plano opuesto, ya que debían decirme los Infinitivos de una serie de verbos a partir de alguna forma del Presente de Indicativo, como por ejemplo tengo, empieza o vas.


Una vez acabado ese ejercicio, pasé a otro que era el típico de rellenar huecos, donde ellos debían decirme qué preposiciones había que poner en esos huecos eligiendo entre de, del, por o a. Y para acabar con los ejercicios gramaticales, hicimos otro en el que debían conjugar todas las personas del Presente de Indicativo de los verbos Levantarse, Despertarse y Vestirse.


Y para acabar la clase y para despertarlos del letargo en el que se encontraban hicimos un ejercicio que era un juego. Se trataba de ver qué alumno se llevaba el premio al más dormilón. Puse una tabla en la pizarra en la que la fila superior eran los nombres de cada uno de ellos y la primera columna eran las siguientes preguntas: ¿Cuantas horas duermes normalmente?, ¿A qué hora te levantas?, ¿A qué hora te acuestas? y ¿Duermes siesta? Hice una ronda por cada uno de ellos, apuntando sus respuestas en la tabla, hasta que una vez terminada la tabla con todos los datos, hicimos un análisis y el premio se lo llevó un alumno que se acostaba a las 11 y se levantaba a las 10, con lo que dormía 11 horas al día, más las 2 de la siesta. No os podéis imaginar lo que se rieron cuando dije.... "Y el premio para el más dormilón es de..... y el nombre del alumno". Fue un final de clase muy divertido.

domingo, 7 de marzo de 2010

Un flash apagado

Hoy volvería a escapar al miedo,
a romper los colores.
Debo desconvocar las tardanzas,
reanudar las semillas,
reunir la ropa de lavanda,
y entregarme a una mañana.

Una memoria me ha soñado
durante un segundo,
y mis manos ya son un juguete
que alguien construyó con papiroflexia.

En la quiromancia de un orgasmo
hay una ducha a tu lado
sin agua fría, sin rencor.

viernes, 5 de marzo de 2010

Momentos de descubrimientos: Boccanera, Mirpur, protestantismo

Dicen que hay momentos en la vida en los que descubres ciertas cosas que no pensabas que estuvieran allí, como por casualidad. Yo descubrí en un día varias cosas, os explico.

El departamento de español del Instituto de Lenguas Modernas es como una habitación llena de sorpresas, una caja de Pandora de donde nace todo. Un día estaba esperando a mi compañero en el despacho porque habíamos quedado para comer y como no tenía nada que hacer, me puse a revisar la biblioteca que tenemos allí. Entre un montón de libros descubrí que había un grupo de color negro, de la editorial Visor de poesía, y todos eran poetas Latinoamericanos. Como me encanta la poesía, escogí uno al azar: Servicios de insomnio de Jorge Boccanera, un poeta argentino. Dado que tenía un tiempo de espera, me puse a leer, y cuando todavía no llevaba ni cinco minutos leyendo, me percaté de que lo estaba haciendo con avidez, aquellos poemas me habían cautivado. Os copio uno de ellos que tiene que ver un poco con mi situación de aquí:


Lluvia,

somos dos extranjeros.

Mi nombre -como el tuyo- es una travesía,

un deambular por puertas cerradas para siempre.

La gente entra en mi sueño como por otra casa

y tus breves colores se desahcen contra el olvido.

Pero ya lo sabemos:

no hay nada que tratar con su navaja,

nada que preguntar en sus regiones.



Lluvia,

somos dos extranjeros.

Nos separa una herida.


Como se hacía tarde y mi compañero no venía, al escuchar los sonidos de mi estómago pidiendo su plato de arroz con pollo y dal, pensé que sería buena idea llamarle por teléfono, y menos mal que lo hice porque me dijo que no podía venir, que tenía alguna cosa que debía hacer, yo le dije que no se preocupara que iba a comer y me volvía a casa. Y así lo hice, me marché al Centro de Excelencia donde comemos los profesores e invitados y después, como era todavía pronto y tenía toda la tarde libre, decidí que sería buena idea ir a visitar Mirpur, en vez de volver a Gulshan. Aquel día no lo sabía, pero un extranjero solo en Mirpur puede tener problemas, ya que es una de las zonas más devastadas por la pobreza, y somos centro de atención allá por donde vamos. Pero bueno, dicen que a veces el riesgo no se percibe, y aquella fue una de esas ocasiones.


Lo que sí sabía era que en Mirpur hay varias zonas, y que en la zona 10 hay un estadio para deportes de interior, y le dije al CNG que me dejara allí mismo. Cuando bajé delante del estadio no sabía hacia dónde podía tirar a andar. Al otro lado de la Begum Rokeya Sarani Avenue las calles me parecieron más estrechas y sucias, con lo que decidí cambiar de lado, y me adentré en el laberinto de tierra en vez de asfalto, casas bajas y chabolas, muros de adobe carcomidos por la lluvia y el viento, miradas y sonrisas de niños y ancianos, que me miraban sin entender qué hacía un extranjero allí. Al llegar a un cruce de cuatro calles en perpendicular, tuve que decidir cuál de ellas debía seguir, y cogí una en la que las tiendas esparcían frutas y verduras por todo el suelo, las teterías dejaban escapar el suave aroma del té a través de su oscuridad, entre sorteos de rickshaws y personas que salían a mirarme. Como me sentía demasiado observado, me entró el miedo y decidí que no era muy buena idea correr el riesgo de sacar la cámara, con lo que no pude tomar ninguna fotografía.


Y, repentinamente, como de nuevo fruto de una extraña casualidad, me encontraba caminando por una calle cuando me tuve que detener delante de una puerta de acero, pintada de azul grisáceo, medio abierta, y en la que había escrito unas letras que me dieron una información que no pude creer, por lo inverosímiles que eran: estaba delante de una iglesia bautista en pleno Mirpur. Dada mi cara de absoluto asombro, un anciano abrió la puerta cuando me vio allí parado delante, al mismo tiempo que trataba de decirme algo en inglés. Me preguntó de qué país era y qué hacía por allí, que si me había perdido, le dije que no, que estaba dando un paseo. Y, dada mi condición de extranjero y mi calidad de cristiano, me invitó a conocer su iglesia, ya que aquel anciano medio encorvado y maltratado por los años era el Pastor de la misma. Acepté encantado la invitación y cuando estaba descalzándome las sandalias para entrar dentro, una chica que parecía ayudar o estar allí hablando con el Pastor se me acercó tímidamente y se presentó con su nombre cristiano, Christina. Después de unos minutos hablando (ella sabía más inglés que el pobre Pastor) sobre qué hacíamos y ese tipo de cosas, ella me soltó a botepronto una pregunta que me dejó pasmado: ¿Has estado alguna vez en una iglesia católica en Dhaka? Yo pensaba que se estaba riendo de mí, porque estoy en un país de mayoría musulmana, y le pedí que me repitiera de nuevo la pregunta. Cuando la repitió le dije que no, que nunca había estado en una. Y ella me dijo que me acompañaba a ver una que había en Mirpur, cerca de allí. Le dije que aceptaba encantado, salimos de la iglesia despidiéndonos del Pastor y cogimos un rickshaw en la avenida principal, el cual giró de nuevo hacia el laberinto de las calles de Mirpur. Cuando íbamos de camino me puse a pensar en lo divertida que era aquella situación: ¿qué hacía un extranjero y una mujer bangla en un rickshaw por las calles de Mirpur? La respuesta era irreal: buscar una iglesia católica.


Al cabo de un viaje de unos 5 minutos, saltando y resaltando por los agujeros del suelo, llegamos a una puerta de color negro, y Christina dijo "Taamo daane, rickshaw" y el pedaleador paró en seco el vehículo. Le pagamos y entramos al recinto por la puerta negra. Ella habló con un hombre que estaba vigilando junto a la entrada y le preguntó si podíamos entrar, y él no puso ningún problema. Cuando ya estaba intramuros, me sentí maravillado por la imensa cruz de color blanco y debajo de la cual había un mural hecho con colores, mezclando la religión con el bengalí. Me quedé sin palabras, y le pregunté a Christina si había algún problema en que hiciera alguna foto, y me dijo que no, que allí dentro era lugar seguro.






Y también me llamó la atención la placa con las fechas más significativas en la historia del templo que se erigía delante de mí, y cual fue mi sorpresa cuando me percaté de que la primera piedra de esta iglesia se puso el día que yo cumplía 17 años, el 29 de Mayo de 1993.





Le pregunté a Christina si se podía visitar la iglesia por dentro, ella se lo preguntó al vigilante, y éste le dijo que sí, y fue a avisar al ayudante del párroco. Al cabo de un minuto salió un hombre y me presenté; mientras abría una puerta lateral me preguntaba de qué país venía y que hacía en Dhaka. Finalmente abrió la puerta, me quité los zapatos y entré dentro de aquel templo, diáfano, sin mármoles, sin oros y sin cabezal en el ábside, sólo había flores, Jesucristo crucificado y un altar de madera, ante una infinidad de esterillas por todo el suelo. Le comenté entonces que en España las iglesias tenían bancos, pero antes de que pudiera acabar la frase me dijo que ya lo sabía y quedebía tener en cuenta que estaba en una zona muy pobre y que no tenían dinero para bancos. Cuando le estaba diciendo que lo entendía, sentí una presencia detrás mío, me giré y me encontré con el párroco de la iglesia, un hombre alto, de unos 37 años, con una camisa gris y alzacuellos, y con aspecto de extranjero. Y de nuevo otra sorpresa, se presentó con su nombre en bangla, traduciéndomelo a cristiano: se llamaba Francisco Javier, cuando le dije que mi nombre era ese no pudo dejar de reír dada la casualidad.

Finalmente abandonamos la iglesia católica dándole las gracias a todos por su hospitalidad y una vez en la calle Christina me preguntó si me apetecía conocer a su familia. Le dije que sí, que era un placer para mí. Me dijo si quería ir andando o en rickshaw y le dije que prefería ir andando. Nos revolvimos por aquel laberinto hasta que finalmente llegamos a una puerta de acero que estaba a medio abrir, y ella me invitó a entrar. Delante de un espacio de tierra medio humeda había una casa que según me explicó ella la había hecho su familia con sus propias manos y con el tejado de uralita con una capa de cañas debajo. Me quedé sin palabras ante aquello. Caminamos por un sendero hecho con piedras hasta llegar a otra casa, que es donde hacían vida. Su madre estaba dentro, y me invitó a pasar. Me quité los zapatos de nuevo, y dado que no tenían salón, me invitaron a sentarme en la cama de matrimonio de sus padres. Mientras hablábamos Christina y yo sobre trivialidades, su madre trajo dos vasos de Sprite frío y unas galletas, porque no podían ofrecerme otra cosa. Me sentí un poco tímido y tenso, porque había momentos de silencio, y me puse a hablar sobre España. Su madre se ausentó para ir a avisar a Shila, la hermana de Christina, que estaba en la habitación de al lado. Christina aprovechó aquel momento de intimidad para preguntarme si me gustaría asistir a una misa en su iglesia. Como nunca he estado en una misa protestante, no me pude negar. Apareció su hermana, muy tímida, y mientras yo me quedaba conversando con ella casi en silencio, Christina se fue al baño a pintarse. Cuando volvió me invitó a ir a la iglesia de nuevo.


Dejé los zapatos a la entrada y entré con Christina. La iglesia tiene dos partes con bancos al final y esterillas más cerca del altar, separadas ambas por un pasillo. Yo me senté en la parte de la derecha, reservada a los hombres, y ella en la izquierda, para las mujeres. La misa comenzó con música, con un coro que cantaba acompañado por una guitarra eléctrica, un bajo y un chico que tocaba la batería, mientras todos los fieles cantaban al mismo ritmo. La música fue un elemento que se sucedió a lo largo de toda la ceremonia, incluso al ritmo de las palmas de la gente, que vivía la oración en lo más profundo del alma. Otra cosa que me llamó la atención fue que así como en una iglesia en España hay fundamentalmente gente mayor, en ésta había gente de todas las edades, lo cual confirmó una idea que ya tenía desde hace mucho tiempo en la cabeza, y es que la pobreza necesita la religión para subsistir. Después de la primera canción, alguien se puso a leer la Biblia y a comentar el pasaje, en bengalí, y algo que me llamó también la atención fue que acabó la perorata diciendo "Amén". Después hubo otra canción, estando todos los fieles de pie, mientras un anciano daba palmas y bailaba moviéndose al ritmo de la música y un niño de unos 4 añitos lo miraba fijamente, sin entender muy bien qué le pasaba. Otra cosa que se me quedó impresa en la memoria fue que junto al altar había un árbol de Navidad que hacía parpadear unas luces rojas, verdes y amarillas, mientras unas estrellas de papel gris plateado colgaban en cada una de las ventanas. Pero lo que realmente me pareció increíble fue el momento en el que se leía un pasaje de la Biblia, en bengalí, y fuera, en la lejanía del crepúsculo, una mezquita dejaba escapar su canto a Alá, informándome de que todavía estaba en Bangladesh y que aquello no era parte de un sueño alucinado.


La misa acabó con otra canción y antes de que acabara Christina me dijo que era el momento oportuno de salir, para evitar la masificación en la puerta. Salimos fuera de la iglesia y me presentó a su padre, y después me dijo que me acompañaba a coger un CNG. Llegamos a la avenida principal y debíamos cruzar a la otra parte, que era dirección a Gulshan. Tratando de cruzar me vi bloqueado en mitad de la avenida, asustado, con coches que pasaban pitando por delante y por detrás, y un rickshaw que no me había visto me dio sin querer en una pierna, dejándome una herida, una cicatriz que ya llevaré siempre en mi piel. Es la marca de Bangladesh en mi cuerpo. Es la señal que hará que nunca me olvide de aquel día.

martes, 2 de marzo de 2010

Moleskine 5

02-03-2010 13:35 (Delicious Food, Mirpur, Dhaka)



Reflejos de un azul sin cornisas permanecen en lo alto de una estrella, como una quimera que desune las pestañas de alguna mañana tibia en la que las ventanas se destruyen sin los cantos de las mezquitas, en una escritura reseca sin fórmulas ni resabios relamidos en las esquinas. Luces de otros circos se han encendido en otras vísperas, y ya no sé qué hacer con mis peluches, acartonados antiguamente por las lluvias insulares del último péndulo cargado con tinta negra. Alguien repite los faros, las espirales de arroz junto a los ríos marrones de tus suaves lágrimas, y en alguna fotografía no sé en qué mesa olvidada en algún bar cerrado por vacaciones alguien me mira fijamente sin su sonrisa ejercida forzadamente, como esperando su última muerte.


A veces, cuando tengo un poco más de tiempo, recuerdo cosas repensándolas en sánscrito, sin poder escribirlas a tiempo porque pasan tan veloces que no me da tiempo a dibujarlas ni tararearlas. Hoy, mientras contemplaba a los ancianos mirando y leyendo el periódico en las paredes, he visto en sus espaldas un signo de interrogación gesticulado con sus huesos.


Una papelera con forma de gato con sombrero me quiere informar de que a menudo me siento extraño con esta piel que cuando me acuesto a sudar huele a barro. No están hechos los libros para mí, no necesito leer ni escribir, porque ésto no cabe en ninguna novela ni poema, no hay lenguaje capaz de nadar todas las orillas hacia todos los márgenes de todas las bibliotecas de esta tierra apelmazada entre mis uñas. Líquidos de sal traen formas de algún azúcar moreno, brillando en esta bola de cristal que me cuelga de la cara. Sin derechos, sin patrocinio, decido hablarme en los diarios, para recuperar los escombros de todas las cartas que hay en el cajón de mi ventana sin pomo.


El aire me aleja de las sillas, de las auroras, y llamo a todas las tardes con un nombre de tigre. Y, de nuevo, el desodorante ha olvidado dejar su marca sin perfume en una esquina del mantel.


Los colchones, ahora también, han desunido sus hilos y hay colchas extendidas sin utilizar, porque el último sueño de la última noche aún permanece allí pegado, esperando a que alguien lo memorice una mañana de una semana cualquiera. Si me detengo en una baldosa de la acera siento cosas distintas a las que siento cuando estoy en otra. Lo que no se repite nunca en mis oídos son los zumbidos de los mosquitos en las madrugadas de los monos trepadores de la fiebre que sentí algún día de mi vida anterior.


Ah, y también, he descubierto un esbozo de mi pasado escrito a medias en las líneas de mi mano izquierda, y debo recuperar el presente porque de alguna manera, mi futuro, que alguien había filmado en versión original en las líneas de mi mano derecha, ya nunca lo podré olvidar, porque siempre estará ahí.


Un tatuaje ha dejado una huella en el oído de alguna libélula que ha perdido su rumbo en su regreso hacia la luna. Marcas sin registrar han implotado su fehaciente chocolate en otras heridas sin depilar. Los muslos de una estatua me han comunicado que tu ropa interior todavía sigue húmeda en algún lado del suelo de mi habitación. Un mural sin marcapáginas se ha atascado en este flujo de títeres en el que se ha convertido mi dentadura. Suaves abrazos de otras fiestas me quieren serigrafiar, como en la publicidad de alguna revista en alguna hemeroteca, una frase que ya vi en alguna fotocopia encuadernada: "el tiempo es una brújula, por favor, no la pierdas nunca." Reglas de un deporte todavía no inventado han descubierto un nuevo continente. Y aquel iceberg continúa a la deriva, avanzando honesta y descoloridamente, contra la burbuja de una de las niñas de mis ojos. Una aguja de sombra me clausura un segundo, para que me vuelva a nacer en otra biografía.


Alguien ha publicado su memoria en una cubiletera llena de cubitos de hielo. Y las madrugadas del dragón han eclipsado la luna que venía empapelada en el último sueño de aquel dinosaurio que estaba esperando en las ruinas circulares de algún sueño de otro escritor que quiso comer con las manos las cáscaras del huevo de la primera tortuga de Babilonia.


Y sigo tratando de localizar las palabras adecuadas para describir la trayectoria del proyectil que despejó la memoria de algún cerebro embetunado. Y los calendarios prosiguen sus melodías discontínuas sin dejarme atar los días señalados sin deslizar las baterías replegadas ya sin baquetas. Una púa resuena a través de otra guitarra eléctrica. Y el primer premio se lo dieron a otro poeta, porque en esta raza hay un animal encerrado, y hace hervir la sangre que goteó en las huellas que sus pies olvidaron en la nieve de esta playa, que cayó de aquella nube que soltaste antesdeayer.


En mi primer cordón umbilical hallé una vez una concha vacía, una rodilla genuflexionada, un sexo, unos dedos marcando la victoria, unos pechos requemados, unas miradas improcedentes, una manta arrugada, unos pies manchados de barro, algunos versos de Boccanera y un paraguas de encajes vuelto del revés.


Y, por fin, encontré la felicidad en la paja que se clavó en mi ojo.

jueves, 18 de febrero de 2010

24ª clase: la vuelta en rickshaw a través de la noche

Hoy toca de nuevo explicación de otra de mis clases. La verdad es que la clase transcurrió de la manera más normal, lo que fue realmente fascinante fue lo que vino después: un viaje en rickshaw de dos horas. Os resumo primero la clase y después cuáles fueron mis sensaciones en aquel viaje inolvidable.


Así, comencé con un ejercicio en el que había tres mujeres (una estudiante, una taxista y una pintora) que explicaban sus horarios de trabajo y entonces mis alumnos tenían que saber a qué mujer pertenecía cada horario. El ejercicio fue muy interesante porque funcionó como un repaso de la clase anterior. Después, para que forzaran el oído, les puse una audición de un chico que era compañero de piso de una de estas mujeres y contaba cómo era su horario habitual y cuándo coincidía en casa con su compañera, de forma que mis alumnos debían adivinar con cuál de las tres mujeres estaba viviendo. Esto también me pareció muy interesante desde el punto de vista del contraste cultural, ya que para mis alumnos es muy extraño que un chico y una chica puedan estar viviendo juntos sin ser pareja, sin estar casados o sin ser familia.


Una vez hecho el ejercicio hice una pausa para que fueran a tomarse un té. Y después les puse una actividad en la que tenían una serie de acciones que repetimos a menudo por las mañanas (desayunar, ir al baño, hacer la cama, salir de casa, lavarte los dientes, vestirse, maquillarte/afeitarte y ducharte) y mis alumnos debían poner esas actividades en el orden en el que ellos las hacían, con frases como "Primero voy al baño, después desayuno, luego...."; así hice una ronda por todos los alumnos para que explicaran a los demás qué es lo que hacían, y fue muy divertido porque hubo uno de ellos que dijo lo siguiente: "Yo primero ir al baño, después desayuno y estudio un poco, luego lavo me los dientes, ducharme, y sale de mi casa"... yo me quedé mirándolo, me rei, y le pregunté: "Entonces, ¿sales de casa sin vestirte??!" Y no os podéis imaginar cómo se empezaron a reír, casi se caen al suelo de la risa.


Cuando ya había pasado el momento irrisorio, puse orden de nuevo y les puse otro ejercicio interesante, ahora por parejas. Tenían frases típicas de repetición de actos frecuentes como por ejemplo "Nunca llego tarde a las clases de español" y entonces el otro alumno de la pareja debía responder "Yo sí / Yo también / Yo no / Yo tampoco". Al final de la ronda le dije al alumno de antes, el que iba desnudo por la calle, que él era mi pareja del ejercicio y le dije "Yo siempre salgo vestido de casa" y él me respondió, siguiendo la broma, "Yo nunca", jejejejjee...


Y para acabar la clase les dirigí a un ejercicio más cultural, en el que una madre y un hijo argentinos explicaban cuáles eran sus horarios del día a día. Como me quedaba poco tiempo, sólo leímos lo que decía el hijo, un chico joven, que vivía solo, y que trabajaba en una oficina de banco, durante todo el día, y que cuando salía de la oficina se iba a clases en la Universidad y después se iba a algún bar a cenar con algunos amigos, y que no volvía a casa hasta las 2 de la mañana. Les pregunté si había alguien en clase que llevara ese horario o similar, y qué les parecía la vida de este chico. Todos me dijeron que les parécía muy raro que viviera solo teniendo 23 años y que ellos nunca se van a un bar hasta tan tarde. Les dije que ya me esperaba esa respuesta. Y acabé la clase.


Recogí todas las cosas y me dispuse a coger un CNG para volver a casa, que desde la Universidad es una hora normalmente de camino. Pero debía haber un tráfico de mil demonios y me querían cobrar 300 takas, cuando normalmente me cobran la mitad o incluso a veces menos. La cantidad tope que le pago siempre es 150, más me estaría robando, así que les dije que no y me puse a esperar a ver si llegaba otro. El problema es que había un rickshaw que no dejaba de mirarme, sonriéndose. El caso es que estuve esperando 5 minutos y no llegaba ningún CNG vacío, todos estaban ocupados, así que decidí ponerme a caminar hacia las afueras de la Universidad, a ver si tenía suerte. Llevaba andados 100 metros cuando me di cuenta de que un rickshaw llevaba el mismo ritmo que yo, a mi lado, yo por la acera y él por la calzada. Miré de reojo y me preguntó si quería ir a Gulshan, y le dije que sí. Él se ofreció a llevarme. Le dije que estaba loco, que era una hora en CNG, que en rickshaw sería más del doble. Y me dijo que no me preocupara, que había mucho tráfico, pero que no tenía problema ninguno en acercarme. Yo, aunque no me gusta este medio de transporte, acepté la oferta y me subí. Fue divertido ir en un rickshaw que llevaba un conductor con una camiseta del Liverpool y que detrás ponía "Fernando Torres", jajajaaaa... de ese detalle sólo me di cuenta una vez estuve sentado detrás de él...


Lo que vino después fue algo que se encontraba entre el sueño y la realidad. Me adentré en la noche de Dhaka con un rickshaw, sintiendo al mismo tiempo miedo y una sensación de ser el único hombre del mundo que pudiera sentir todas aquellas cosas en aquel momento. Mi alma se fue quedando atrás, al mismo tiempo que se recomponía, las luces pasaban como pájaros de fuego, el aire húmedo me daba en la cara como una niebla recóndita y urbana que nadie podía despegarme de la cara. Normalmente salgo de la Universidad por Shagbagh, una zona que da a la Avenida principal de Dhaka, pero los rickshaws tienen prohibido ir por las vías principales de la ciudad, con lo que salió por Segun Bagicha, una zona residencial donde el tráfico era más que un tapón. Estuvimos parados 20 minutos, hasta que al final de la calle hubo gente de paisano que se puso a controlar el tráfico para que este fluyera, dada la ausencia total de policía. Pasamos aquel nudo cruzado por cuatro calles estrechas, y seguimos a la misma velocidad de antes.


Las farolas desaparecieron, dando lugar a los espacios más inverosímiles, intangibles e inconcretos. El miedo abandonó mi cuerpo, ya que apenas parábamos, y era como si la vida transcurriera alrededor mío de otra manera, no tan monótona, no tan aburrida, allá donde miraba veía gente, luces de fuego, luces tembolorosas en algunas ventanas, fachadas que lloraban largos chorritones oscuros después de las últimas lluvias, las tiendas repitiendo gesticulaciones, llamándome los tenderos para ofrecerme sus productos, fruteros tirados en el suelo ante su montaña piramidal de naranjas, mujeres con sares y pañuelos en la cabeza, agujeros en el asfalto, callejones que se iban estrechando tanto que parecía que iba a llegar un momento en el que no iban a tener salida, muros con carteles a medio despegar, el último periódico del día en esos mismos muros, mientras gente atrasada los leía a la luz de su mechero. Y, de repente, el lago, el mismo lago de siempre. Y Fernando Torres que se gira y me dice, "Sir, we are in Gulshan". Me dejó en la misma puerta de mi casa, después de dos horas en el que la memoria se despedazó en millones de añicos. Sabía que nunca iba a olvidar aquella sensación de fugacidad, de nocturnidad fascinante, y me sentí único es esta espesura de caos que es Dhaka.

sábado, 13 de febrero de 2010

Pohela Falgun, amarillos y naranjas en la efervescente Universidad

Desde que llegué a Bangladesh y desde los primeros días en la Universidad hasta hoy he podido comprobar que el campus universitario es la olla a presión donde emerge la cultura (tanto popular como académica), el arte (que está por todas partes), el futuro de este país y, muy desgraciadamente, la política.


Todos estos elementos los he podido ver todos juntos hoy en mi paseo por la Universidad. Hoy se celebra el llamado Pohela Falgun, el principio de la primavera. Esto significa una explosión de colores, la mezcla cromática que tiene Bangladesh hoy se esparce, con el predominio del amarillo y el naranja en los sares de las mujeres y en los hombres, en muchos de sus panjabis, aunque se trata de un día especialmente femenino, ya que son ellas las más adornadas y floreadas.




Además, durante todo el mes de Febrero es la feria del libro y todo está lleno de textualidades e historias, tiradas por el suelo.




Y también casetas, como la famosa Feria del Libro de Valencia...




Y, como en todos lados, hay modelos que promocionan algo, con su imagen "publicitaria".




Y también hay disfraces de vendedores ambulantes, aprovechando la afluencia de gente...




Y como hay algunos que vienen a las 8 de la mañana a celebrar la entrada de la primavera, llega un momento en el que toca descansar.





O tomar un refrigerio y algunos víveres para reponer fuerzas y llenar de color y luz el estómago. De pie es una buena forma de hacer la primaveral digestión.



Y, también como en todas partes, la memoria se queda aparcelada en alguna fotografía soleada y fugaz.






Pero la política aparece en cada esquina, con sus perras mentiras, sus mezquindades y sus manifestaciones caóticas y nulas. Una mezcla corrosiva que a veces oxida el alma y anula al corazón.




Y a veces, ella, que todo lo desdice y lo augura, regresa a destiempo de su muerte para llevarse a lo oscuro a algún inocente inducido por sus tentáculos, como aquel estudiante que falleció hace tres semanas en este mismo Campus donde hoy se reabre la primavera, en una pelea de estudiantes enfrentados políticamente. Hasta las estatuas se han tapado los ojos para no ver ese dolor.




Y, también, ya lejos de todo, debemos pararnos de vez en cuando a ver cómo pasa el tiempo, mientras pensamos qué hacemos aquí en algún bar olvidado en alguna avenida febril.




Y, por lo menos, me siento seguro en mis pesadillas urbanas...




Y como dicen que el amor está en todas partes, algo me recuerda, vanamente, que mañana es el día de San Valentín.




Y tengo miedo: ha vuelto el calor, el sol, los mosquitos no se van nunca con sus zumbidos y el sudor me acompaña con sus primeras gotas de rocío.

sábado, 6 de febrero de 2010

Primeros poemas

Hola de nuevo a tod@s mis lector@s...

Bueno, con la entrada de hoy voy a empezar una serie de poemas que voy a empezar a escribir, y que espero os muestren también, aunque sea de una manera distinta, mis sensaciones y sentimientos en esta ciudad. Dicen que un poema es un pedazo de alma que alguien ha dejado olvidado en una hoja que estaba en blanco. Pues os dejo, olvidado dentro de mi memoria, el primero. Espero que os guste.


EXPATRIACIONES DESDE MIS VENTANAS


Retales de otras auroras se repiten en esto que
a veces te nombra.
Pedazos de algo que los periódicos olvidaron mencionar
a veces te nombran.
Rumores de publicidades ennegrecidas y amputadas
a veces también te nombran.
Y sin más, como un crepúsculo que vigila mi insomnio,
me dejo llevar, a veces también, por calendarios,
pestañas, archivos, ficciones, preposiciones
y el pronombre, que, también a veces, las más,
también te nombra.

Y entre las ramas del amanecer, he olvidado cómo acabar este poema.

Anticipaciones al futuro



SUCESO VIII

A veces soy la voz del otro lado del teléfono,

A veces un aliento,

una ciudad enorme donde te encuentro a veces,

por supuesto una fecha,

un saludo que cruza el cielo velozmente,

dos ojos que te miran,

un café que te espera después de la llovizna,

una fotografía, una mano en tu mano,

desesperadamente, una canción, etc.

Y siempre o casi siempre

nomás ese silencio,

donde solés colgar tus prendas íntimas.

Jorge Boccanera

miércoles, 3 de febrero de 2010

23ª clase - los horarios y hábitos

Hola de nuevo a tod@s!!!

Hoy toca explicaros cómo fue la vigesimosegunda clase de mi curso de Junior, aunque con un poco de retraso, ya que la di el día 18 de Enero, pero bueno, dado que me llueven clases particulares por todas partes, las clases en la Universidad, las lecturas y escrituras (recordad que llevo entre manos una novela), el tiempo no me deja un respiro, y ahora que estoy en el despacho de la Universidad esperando a Rafique para revisar el examen que ponemos mañana, voy a aprovechar y hago esta entrada en este momento de relajación temporal, jejeje...



Pues bien, la clase la empecé con un ejercicio en el que ellos debían decirme qué horario llevaba una profesora de un colegio de aquí, y debían acabar las típicas frases de "Se levanta a las...", "Empieza a trabajar a las...", "Come a las...", "Sale del trabajo a las...", "Cena a las..." o "Se acuesta a las...". Y cuando habían puesto las horas, debían hacer frases como "Yo creo que se levanta a las....". Este ejercicio me ayudó a explicarles los horarios que llevamos más o menos en España para que pudieran comparar con los horarios de aquí y, al mismo tiempo, me sirvió para 3 cosas: la primera para refrescarles cómo se decían las horas, la segunda para explicarles los verbos pronominales (levantarse, acostarse, vestirse, ducharse...) y la tercera como contraste cultural, lo cual les pareció muy interesante.


Una vez hecho el ejercicio, les puse una audición en la que un chico le hacía una especie de entrevista a una profesora de un colegio y ella respondía explicando cuál era su horario de trabajo en un día normal de la semana.


Después hicimos otro ejercicio que también me pareció muy interesante. Se trataba de que ellos tenían una especie de calendario de un chico, en el que ponía, a modo de memoria de hábitos (como los típicos calendarios que hacíamos en el colegio con las asignaturas en una tabla, con sus horas y los días) y mis alumnos tenían que explicar con qué frecuencia hacían dichas actividades con las distintas expresiones de "Todos los días", "Una vez a la semana", "Dos veces a la semana", "Los domingos", "Normalmente, los viernes...", "A veces" o "A menudo". Y después, tenían que construir frases como "Yo también voy a clase todos los días". Lógicamente, este ejercicio es perfecto para explicarles las expresiones con las que explicamos a alguien las frecuencias con las que solemos hacer ciertas cosas y para decir si hacemos las mismas actividades que otras personas. Después estuvimos hablando sobre qué hábitos tenían ellos distintos a los que tencía el chico del ejercicio y una chica me sorprendió gratamente cuando me dijo que ella solía ir al teatro una vez al mes, ya que no sabía que aquí existía dicha actividad cultural.


Finalmente, les pedí que me hicieran para el día siguiente una redacción explicando sus horarios habituales y qué cosas frecuentes suelen hacer a lo largo de la semana.

martes, 26 de enero de 2010

Una historia de eficacia ¿policial?

Hoy es un día tranquilo, en el que me voy a permitir contaros una anécdota curiosa que me pasó hace dos semanas.


Estaba en una reunión de amigos y uno de ellos me comentó que ya era muy tarde y que se volvía a casa, y me preguntó si me marchaba con él, y que su chófer me dejaba en mi apartamento sin problemas. Yo, como al día siguiente tenía clase por la mañana temprano y ya estaba cansado, acepté sin demora su invitación, ya que, además, por la noche no puedo hacer lo que me gusta tanto durante el día, que es pasear e ir a todas partes andando. La sorpresa vino cuando bajamos a la calle.


A la salida del garaje nos encontramos que estaba ya su chófer allí esperándonos, hablando con un grupo de personas, junto a un hombre que estaba atado a un árbol. Mi amigo le preguntó a su driver qué había pasado con aquel "detenido" y le contó que lo había pillado tratando de robar uno de los espejos retrovisores de ese mismo coche en el que íbamos. Mi amigo no se lo creía: el chófer nos contó que se encontraba durmiendo en el asiento de detrás cuando vio una sombra en la zona de delante y escuchó unos sonidos raros, que le despertaron. Apenas sin moverse, se encontró con la sorpresa: un hombre estaba tratando de llevarse uno de los espejos. Como las lunas de detrás son oscuras, el ladrón no se dio cuenta de que lo habían descubierto. El chófer, rápidamente, se levantó y salió fuera, pero el usurpador al verse descubierto en su treta, empezó a correr. El chófer entonces se puso a perseguirlo, pero el otro corría más rápido y en seguida le perdió la pista. Sin tirar la toalla, y tratando de cogerlo para darle su merecido por su intento de hurto, empezó a preguntar a gente de la calle si habían visto a un hombre pasar corriendo, hasta que fue enlazando pistas y finalmente lo pudo pescar. Lo llevó de nuevo a la puerta del garaje de la finca donde estábamos nosotros mientras llamaba a la policía para que se lo llevaran, y lo ató al árbol a la espera de que llegara la fuerza del orden o a que bajáramos nosotros para dejar claro que su cliente, mi amigo, podía confiar en él al ver el resultado de su hazaña.


Finalmente nos quedamos con la duda de si llegó la policía y se llevó al ladronzuelo o si llegó y lo dejaron irse, o si la policía no llegó nunca y aquel hombrecillo, flaco, sucio y pobre se marchó libremente soltándose del árbol. Nunca lo sabremos. Lo que sí está claro es que robar aquí está muy perseguido y aquel que lo haga tendrá su escarmiento, lo cual, si cabe, me hace ir más tranquilo por la calle.


Mientrastanto, aquí va saliendo el sol, subiendo las temperaturas, y los rickshaws siguen siendo "camas improvisadas".


domingo, 24 de enero de 2010

22ª clase-Primera del segundo ciclo

Hola a tod@s de nuevo...



Aquí estoy otra vez para contaros el desarrollo de mis clases, para que podáis coger nuevas ideas para los que seais profes y nuevas sensaciones para los amigos y familiares.


Después de darme cuenta de que iba demasiado rápido en la enseñanza del temario del curso, decidí pegar un frenazo y estuve unas diez clases dando repasos de cosas que ya había dado y haciendo ejercicios para reforzar esa materia, por eso veis un ligero silencio entre la 12ª clase y ésta.


Como veis, ya ando por la vigésimo segunda clase, la primera de mi segundo ciclo. Esta primera clase, además, del 2010, la comencé explicándoles la aventura faraónica en la Embajada de Bangladesh en Madrid en busca de mi visado, para que se fueran animando y despejando, y después les hice entrega de las fotocopias de la segunda parte del temario.


Cuando ya tenían el material, empezamos la materia nueva, pero lo hice de manera amena: consisitía en un ejercicio que tenía estructura de test sobre sus hábitos para cuidar su imagen o si se despreocupaban por ella. Fui anotando en la pizarra todas las respuestas de todos los alumnos, escribiendo después la suma de todas las respuestas de cada letra, para al final sumar cuántas había de la A, cuántas de la B y cuántas de la C. De forma que si había mayoría de la A sabían cuidar su imagen, mayoría de la B significaba que, bueno, se cuidaban pero no era los más importante de sus vidas y si salía la C como mayoría, es que llevaban unas pintas desastrosas... Gano la B.


Después de las risas que provocó el juego, hicimos otra actividad, esta vez con dibujos de animales, que debían enlazar con una breve descripción de ellos. Entre los animales estaba el oso panda, la hormiga, el guepardo, la tortuga, el gato y la abeja. Así, por ejemlo, debían decir que "La abeja vive en una comunidad muy bien estructurada. Hay diferentes grupos que realizan diferentes trabajos.", del guepardo que "puede correr a una velocidad de 100 km por hora.", del oso panda que "come entre 10 y 20 kilos de bambú al día", del gato que "se lava aproximadamente 20 vees al día", de la hormiga que "levanta 50 veces su propio peso y 30 vces el volumen de su cuerpo" y de la tortuga que "le gusta mucho el calor y duerme durante los meses de frío, normalmente desde octubre hasta abril." Unidos los dibujos con sus descripciones, debían saber qué animal era el más dormilón, cuál es más limpio, el más rápido, el más comilón, el más organizado y el más fuerte, realizando frases como ·"El oso panda es el animal más comilón" o "El gato es el animal más limpio".


Y ya para acabar con las actividades, les puse un ejercicio relacionado con las horas, con el típico relojito parado en una hora y ellos debían decir de cuál se trataba.


Y como aún me quedaba un cuarto de hora, les propuse una especie de debate: uno de los regalos de esta Navidad fue un e-book y lo mostré para que lo conocieran, ya que muchos de ellos sí que lo habían oído pero nunca habían visto uno, dado que aquí todavía no han llegado. Después del asombro que causó la novedad, les pregunté qué opinaban de él, y hubo opiniones de todo tipo, aunque se sacaron algunas conclusiones: si bien es muy cómodo porque puedes llevar miles de libros en él ahorrándote peso en la mochila (en caso que vayas a clase o al trabajo) o en la maleta, como es mi caso, ya que ya no me han hecho falta libros en el equipaje, el e-book tiene dos grandes desventajas, una es que el objeto libro (su olor, su peso, su tacto o el suave sonido de sus páginas cuando las pasas avanzando progresando en tu lectura) desaparece por completo, dejando vacías estanterías, que dejan de albergar libros, imagen muy apreciada por los grandes lectores. Pero además, y ya fue acabando el debate, les plantee un problema: la descarga de archivos. Les propuse que se imaginaran que eran escritores, y que se habían pasado un año tomando notas, investigando y estudiando, para estar otro año escribiendo su nueva novela, y que una vez ya está editada y publicada en formato digital, resulta que hay alguien que por internet paga y se la descarga (no sé si realmente funciona así, porque todavía no me ha dado por comprarme un libro en la web), y resulta que una vez tiene el archivo pdf comete la insensatez (para nosotros que hemos escrito la novela) de subirla a alguna página de descarga gratuita. Realmente nos sentará muy mal, ya que habríamos estado dos años trabajando sin cobrar más que la cuota que la editorial nos paga por aquella descarga. Supongo, y espero, que la industria editoral digital no cometa el error de ponerlo tan sumamente fácil, supongo que el libro por el que tú pagas esa descarga llevará algún tipo de código con el que sólo podrá abrir ese achivo el usuario que lo ha descargado; si no es así, ya estoy viendo que muchos escritores van a empezar a dejar de escribir gratis. Además, se llegó a la conclusión de que el e-book es un buen invento desde el punto de vista medioambiental por la consabida ausencia de la tala de árboles, y no sólo eso si no que esperemos que el precio de un libro digital no sea el mismo que el de un libro clásico, ya que la editorial estará ahorrando en material gráfico y de imprenta (con el consiguiente gasto humano) y en la distribución, ya que los libros se venderán a través de páginas webs, lo cual también repercute, por otro lado, negativamente, en el lugar "Librería", ya que el espacio lleno de libros a la venta acabará desapareciendo (esperemos que no), ya que muchas de las librerías se mantendrán activas exclusivamente a través de su versión virtual. Sea como sea, con sus pros y sus contras, todos los alumnos llegaron a una opinión general: el e-book es el futuro de la industria librera.


¿Vosotros que opináis sobre todo este tema?


Un abrazo a tod@s

viernes, 22 de enero de 2010

Pobreza alucinatoria

Anoche soñé una pesadilla inolvidable, mordaz, dolorosa, lacrimal y escocida. Ví a un hombre caminando a cuatro patas que me perseguía sonriendo, a saltos, apoyado en los nudillos de sus manos casi en los huesos, sin dientes, y guiñándome un ojo. Cómplice, tétrico, cercano, sucio y medio ciego. El puñal de la realidad se clavó en mí cuando tuve la certeza oscura de que estaba soñando despierto: mis pies cruzaban de lado a lado, en diagonal, en una tregua del tráfico, Gulshan 2 Circle...

jueves, 21 de enero de 2010

Mi visado:la carambola que esperábamos

Después de pasarme toda la tarde dudando sobre hacer o no hacer este post, al final he decidido que lo tenía que hacer, y no como una obligación, si no para compartir con vosotros mis sentimientos en un día como hoy, ya que ha sido de los más especiales desde que estoy aquí en Bangladesh, y, mostrando algunos de mis sentimientos, me podéis, al mismo tiempo, sentir más cerca.


Como bien saben mis más allegados, hace cuatro meses que solicité mi visado, y han sido cuatro meses de muchos altibajos y preocupaciones, de sentirme como atado, sin poder salir del país sin problemas: cuando volví a España para pasar las vacaciones, la embajada española, para evitar complicaciones, tuvo que mandar una Nota Verbal al Ministerio de Asuntos Exteriores. Me daba miedo salir del país pensando que no me dejaran volver a entrar. Y hoy finalmente, después de tanto tiempo, me han dado mi visado y me siento extraño, como si saliera de la Caverna de Platón, como si hubiera estado mucho tiempo con los ojos tapados y de repente alguien me hubiera quitado el pañuelo que no me dejaba ver.


Sé que no estoy en la posición de opinar o protestar sobre cómo se han hecho las cosas, porque al fin y al cabo, tengo mi visado. Además, bueno, no me gusta opinar sobre cómo hacen los demás las cosas mientras las hagan bien, y éste es el caso. No quiero quejarme de haber estado tanto tiempo esperando si finalmente la cosecha a reunido sus frutos, y muy buenos. Sólo quiero aconsejar a todos aquellos que por algún motivo tengan que venir a trabajar a Bangladesh que tengan paciencia porque al final la espera tiene su merecido; además, si soy sincero, el hecho de que haya tenido que esperar tanto tiempo, con tantísimas preocupaciones, hace que esta alegría que siento sea, tal vez, más grande que si me lo hubieran aceptado en tres días. Y no sólo esto, si no que, incluso, esta espera y este gran acontecimiento de hoy han hecho que Bangladesh se me haga distinto. Recuerdo las angustias que sentía cuando iba a la Oficina de Extranjería, sin saber qué me iban a decir, sin saber por qué esquina de qué mesa dormían todos mis documentos. Ahora Bangladesh es más mío si cabe. Pero también soy más suyo, porque ya me ha aceptado. O mejor, por qué no, ya somos. Porque, al fin y al cabo, somos ya plural: nos hemos marcado mutuamente, en mi pasaporte ya hay una marca, un cuño que simboliza nuestra unión ya inolviable.


Cuando volvía a casa con mi pasaporte ya visado, atravesando media ciudad en un CNG, comprobaba que las miradas de esta gente inerme continuaban allí. Y pensaba que era muy curioso: muchas veces ellos mismos me han preguntado que por qué he elegido Bangladesh, si ellos están tratando de salir de aquí con la urgencia de encontrar una vida mejor. Y es que es una paradoja: yo he sido muy feliz hoy porque puedo pemanecer en el país sin problemas y ellos tratan de aunar todos sus esfuerzos y sus mínimos ahorros para salir de este agujero lleno de luz.


No soy de supersticiones ni de pensar en casualidades, pero a veces me da por pensar que hay días que están marcados por alguna especie de signos oscultos. Esta mañana llevaba un budita en el bolsillo que me regaló mi tía, una figurita que es un torito-imán para la nevera que me regaló mi familia y la alianza que lleva el nombre de la mujer con la que me voy a casar... Además, justo en el momento en el que mi pie tocaba suelo cuando bajaba del CNG que me ha llevado a la oficina de extranjeros, sin saber por qué, en mi MP3 ha empezado a sonar "Yasmine the light", de Explosions in the Sky. Aquellos que me conocen sabrán que un escalofrío ha invadido mi cuerpo como una aguja llena de espinas que inyectara en mí millones de hormigas... Y la verdad (la canción os la pongo al final del post por si queréis escucharla) es que me he sentido como el nombre del grupo: veía en todo el cielo de Dhaka explosiones de fuegos artificiales de todos los colores y sonidos, invadiendo el firmamento azul de esta ciudad, que, por fin, después de días grises y apagados, se ha visto poblado por un sol que, aunque tímido, quiere empezar a calentar estas calles húmedas y desapacibles.


Me traje en la maleta, regalo de mi cuñada, una bolsita de té con azafrán rojo griego y otras especias y quería esperar a una ocasión especial para saborearlo con el gusto, y no sólo con el olfato, pues el olor invadía mi cocina desde que llegué la semana pasada. Y he pensado que hoy era el día señalado para tomármelo lenta, rigurosa y espiritualmente. Con los ojos bien cerrados, como para memorizar su lángido sabor.


Espero que, aunque sea lejanamente (allá en lontananza como diría un amigo) hayáis compartido este pequeño momento de suave alegría. Dicen que hay días en los que das tu golpe bueno, y que una carambola a tres bandas introduce la bola negra en su agujero correcto. Hoy ha sido uno de esos días.


Disfrutad la canción como yo he disfrutado de ese golpe.


martes, 19 de enero de 2010

La tranquilidad de saber que esos momentos volverán

No me quiero limitar a saber que estas sábanas volverán a encontrarnos mientras las noches ya no se repiten más y empiezan a oler en las encrucijadas del sueño que no se quedan olvidados en la almohada. Estufas. Ventanas despobladas. Desayunos que esperan en los armarios a ser preparados. Abrazos permanecidos en la perfección. El frío de una canica de cristal en el hielo del piso. Los espejos en aquel techo de tres metros y medio de altura. Espero que no tardemos mucho tiempo en saborear esta pregunta: ¿qué ocurre en nuestras casas cuando dormimos?

Porque a veces hay que repetir