lunes, 17 de mayo de 2010

Final del primer ciclo

Hoy se ha cerrado un ciclo de mi vida. Es lo que ocurre cuando cierras una casa y cuando has echado la llave te paras a pensar qué cosas has vivido en ella porque sabes que esas cosas nunca más van a volver. Recuerdos extraños pero conmovedores, necesarios en la vida de cualquier ser humano. Hoy que he dado mi última clase del curso en la Universidad puedo valorar qué experiencias se han instalado en mi memoria, algunas que quisiera olvidar y otras que sé que siempre voy a recordar, como es aquel 17 de Julio de 2009 cuando salí del aeropuerto y la ciudad de Dhaka me devoró con su extrañeza y sus tentáculos opresivos. Ahora tal vez estoy llorando, pero no sé si son lágrimas de nostalgia, tristeza o de alegría. La verdad es que Bangladesh es así, se te mete dentro, se te pega en todas partes de tí y no sabes si escapar de él o quedarte en él para siempre, o tal vez ambas sensaciones, huir de Bangladesh dentro de él mismo.

Ahora sólo queda hacer las maletas, en las que voy a guardar todos los momentos jugosos e incomparables con nada, como esas millones de fotografías que se han revelado en mi memoria. Sundarbands, Rokeya Hall, Zia International Airport, Gulshan, el interminable sonido de las mezquitas, el decoro de las mujeres que produce un extraño sortilegio en los hombres, que necesitan mirar y mirar sin dejar de imaginarse cómo son esas mujeres debajo de sus ropas, el sonido de las ruedas de los rickshaws, el tibio calor del motor del CNG en mi espalda cuando el sol revienta en la lona del techo, la tibieza rabiosa y dulce de los mendigos pidiendo para una cucharada de arroz, mi aula 118, que me ha visto y sentido en su interior como si fuera un feto por madurar, escuchando mis clases detenidamente, mis alumnos a los que nunca voy a poder olvidar, Rafique, que más que mi jefe es más que un amigo y que llevo en mí allá por donde camino por Dhaka porque de él he aprendido que si quieres puedes, Old Dhaka y su espantoso caos del orden donde me di cuenta de que los sueños de Borges no sólo eran ficciones sino que se trasladaban en espirales detenidas en aquellas calles, el cielo de la ciudad que quiere ser azul pero se pinta de blanco por timidez, el aroma del té escuchando las gotas de la destructiva y al mismo tiempo reponedora lluvia rebotando en mi balcón mientras miro hacia el vacío sentado en el suelo de mi habitación con la ventana abierta, y sobre todo Mirpur, ese barrio donde todo es posible, de calles estrechas , donde el laberinto nunca acaba y del que nunca sabes cómo salir porque sus infinitas tiendas de frutas, el barro del suelo y la dulzura de las estrellas del cielo hacen que tu memoria se rehaga en cada segundo, golpeando el infinito y dejándote ileso porque necesitas respirar el profundo aroma de sus muros y sus miradas.

Ahora me detengo. De soslayo me pongo a pensar y sé, con la mano en el pecho, que la fuerza de Bangladesh es capaz de cambiar cualquier vida. El que entra aquí no sabe cómo salir. Pero el que sale, necesita volver. Hay algo que no se ve pero que te ata. Crea en tí la necesidad de volver a nacer para venir a esta tierra donde una mirada no tiene precio. Por eso soy feliz al saber que la extensión de mi beca ya es real y podré regresar a este Paraíso donde la magia se recupera en cada recuerdo.

3 comentarios:

Pat dijo...

Que bonito post, me ha encantado. Sigue así, te quierooo. Ya queda menos para vernoss :), besotess

(^o^) dijo...

Pakorro! Qué post más chulo! Yo lo vivo así cada vez que he dejado alguno de mis 29 países!
jajaja!
Oye, he visto en la tele lo del mega-incendio en Dhaka... todo bien?

Diana dijo...

Hola!! Que bien encontrar este blog tan chulo. Nos han ofrecido a mi novio y a mi un buen trabajo en Dhaka. Estoy animada pero me asusta un poco, la verdad. Me he metido en un montón de webs para informarme y creo que tu podrias ayudarme a tomar la decisión final... el si!!! Que me dices??