martes, 2 de marzo de 2010

Moleskine 5

02-03-2010 13:35 (Delicious Food, Mirpur, Dhaka)



Reflejos de un azul sin cornisas permanecen en lo alto de una estrella, como una quimera que desune las pestañas de alguna mañana tibia en la que las ventanas se destruyen sin los cantos de las mezquitas, en una escritura reseca sin fórmulas ni resabios relamidos en las esquinas. Luces de otros circos se han encendido en otras vísperas, y ya no sé qué hacer con mis peluches, acartonados antiguamente por las lluvias insulares del último péndulo cargado con tinta negra. Alguien repite los faros, las espirales de arroz junto a los ríos marrones de tus suaves lágrimas, y en alguna fotografía no sé en qué mesa olvidada en algún bar cerrado por vacaciones alguien me mira fijamente sin su sonrisa ejercida forzadamente, como esperando su última muerte.


A veces, cuando tengo un poco más de tiempo, recuerdo cosas repensándolas en sánscrito, sin poder escribirlas a tiempo porque pasan tan veloces que no me da tiempo a dibujarlas ni tararearlas. Hoy, mientras contemplaba a los ancianos mirando y leyendo el periódico en las paredes, he visto en sus espaldas un signo de interrogación gesticulado con sus huesos.


Una papelera con forma de gato con sombrero me quiere informar de que a menudo me siento extraño con esta piel que cuando me acuesto a sudar huele a barro. No están hechos los libros para mí, no necesito leer ni escribir, porque ésto no cabe en ninguna novela ni poema, no hay lenguaje capaz de nadar todas las orillas hacia todos los márgenes de todas las bibliotecas de esta tierra apelmazada entre mis uñas. Líquidos de sal traen formas de algún azúcar moreno, brillando en esta bola de cristal que me cuelga de la cara. Sin derechos, sin patrocinio, decido hablarme en los diarios, para recuperar los escombros de todas las cartas que hay en el cajón de mi ventana sin pomo.


El aire me aleja de las sillas, de las auroras, y llamo a todas las tardes con un nombre de tigre. Y, de nuevo, el desodorante ha olvidado dejar su marca sin perfume en una esquina del mantel.


Los colchones, ahora también, han desunido sus hilos y hay colchas extendidas sin utilizar, porque el último sueño de la última noche aún permanece allí pegado, esperando a que alguien lo memorice una mañana de una semana cualquiera. Si me detengo en una baldosa de la acera siento cosas distintas a las que siento cuando estoy en otra. Lo que no se repite nunca en mis oídos son los zumbidos de los mosquitos en las madrugadas de los monos trepadores de la fiebre que sentí algún día de mi vida anterior.


Ah, y también, he descubierto un esbozo de mi pasado escrito a medias en las líneas de mi mano izquierda, y debo recuperar el presente porque de alguna manera, mi futuro, que alguien había filmado en versión original en las líneas de mi mano derecha, ya nunca lo podré olvidar, porque siempre estará ahí.


Un tatuaje ha dejado una huella en el oído de alguna libélula que ha perdido su rumbo en su regreso hacia la luna. Marcas sin registrar han implotado su fehaciente chocolate en otras heridas sin depilar. Los muslos de una estatua me han comunicado que tu ropa interior todavía sigue húmeda en algún lado del suelo de mi habitación. Un mural sin marcapáginas se ha atascado en este flujo de títeres en el que se ha convertido mi dentadura. Suaves abrazos de otras fiestas me quieren serigrafiar, como en la publicidad de alguna revista en alguna hemeroteca, una frase que ya vi en alguna fotocopia encuadernada: "el tiempo es una brújula, por favor, no la pierdas nunca." Reglas de un deporte todavía no inventado han descubierto un nuevo continente. Y aquel iceberg continúa a la deriva, avanzando honesta y descoloridamente, contra la burbuja de una de las niñas de mis ojos. Una aguja de sombra me clausura un segundo, para que me vuelva a nacer en otra biografía.


Alguien ha publicado su memoria en una cubiletera llena de cubitos de hielo. Y las madrugadas del dragón han eclipsado la luna que venía empapelada en el último sueño de aquel dinosaurio que estaba esperando en las ruinas circulares de algún sueño de otro escritor que quiso comer con las manos las cáscaras del huevo de la primera tortuga de Babilonia.


Y sigo tratando de localizar las palabras adecuadas para describir la trayectoria del proyectil que despejó la memoria de algún cerebro embetunado. Y los calendarios prosiguen sus melodías discontínuas sin dejarme atar los días señalados sin deslizar las baterías replegadas ya sin baquetas. Una púa resuena a través de otra guitarra eléctrica. Y el primer premio se lo dieron a otro poeta, porque en esta raza hay un animal encerrado, y hace hervir la sangre que goteó en las huellas que sus pies olvidaron en la nieve de esta playa, que cayó de aquella nube que soltaste antesdeayer.


En mi primer cordón umbilical hallé una vez una concha vacía, una rodilla genuflexionada, un sexo, unos dedos marcando la victoria, unos pechos requemados, unas miradas improcedentes, una manta arrugada, unos pies manchados de barro, algunos versos de Boccanera y un paraguas de encajes vuelto del revés.


Y, por fin, encontré la felicidad en la paja que se clavó en mi ojo.

2 comentarios:

Purita dijo...

Sigue escribiendo siempre, nunca dejes de hacerlo.
Te amo.

Purita dijo...

Por favor, no dejes nunca de escribir.