viernes, 5 de marzo de 2010

Momentos de descubrimientos: Boccanera, Mirpur, protestantismo

Dicen que hay momentos en la vida en los que descubres ciertas cosas que no pensabas que estuvieran allí, como por casualidad. Yo descubrí en un día varias cosas, os explico.

El departamento de español del Instituto de Lenguas Modernas es como una habitación llena de sorpresas, una caja de Pandora de donde nace todo. Un día estaba esperando a mi compañero en el despacho porque habíamos quedado para comer y como no tenía nada que hacer, me puse a revisar la biblioteca que tenemos allí. Entre un montón de libros descubrí que había un grupo de color negro, de la editorial Visor de poesía, y todos eran poetas Latinoamericanos. Como me encanta la poesía, escogí uno al azar: Servicios de insomnio de Jorge Boccanera, un poeta argentino. Dado que tenía un tiempo de espera, me puse a leer, y cuando todavía no llevaba ni cinco minutos leyendo, me percaté de que lo estaba haciendo con avidez, aquellos poemas me habían cautivado. Os copio uno de ellos que tiene que ver un poco con mi situación de aquí:


Lluvia,

somos dos extranjeros.

Mi nombre -como el tuyo- es una travesía,

un deambular por puertas cerradas para siempre.

La gente entra en mi sueño como por otra casa

y tus breves colores se desahcen contra el olvido.

Pero ya lo sabemos:

no hay nada que tratar con su navaja,

nada que preguntar en sus regiones.



Lluvia,

somos dos extranjeros.

Nos separa una herida.


Como se hacía tarde y mi compañero no venía, al escuchar los sonidos de mi estómago pidiendo su plato de arroz con pollo y dal, pensé que sería buena idea llamarle por teléfono, y menos mal que lo hice porque me dijo que no podía venir, que tenía alguna cosa que debía hacer, yo le dije que no se preocupara que iba a comer y me volvía a casa. Y así lo hice, me marché al Centro de Excelencia donde comemos los profesores e invitados y después, como era todavía pronto y tenía toda la tarde libre, decidí que sería buena idea ir a visitar Mirpur, en vez de volver a Gulshan. Aquel día no lo sabía, pero un extranjero solo en Mirpur puede tener problemas, ya que es una de las zonas más devastadas por la pobreza, y somos centro de atención allá por donde vamos. Pero bueno, dicen que a veces el riesgo no se percibe, y aquella fue una de esas ocasiones.


Lo que sí sabía era que en Mirpur hay varias zonas, y que en la zona 10 hay un estadio para deportes de interior, y le dije al CNG que me dejara allí mismo. Cuando bajé delante del estadio no sabía hacia dónde podía tirar a andar. Al otro lado de la Begum Rokeya Sarani Avenue las calles me parecieron más estrechas y sucias, con lo que decidí cambiar de lado, y me adentré en el laberinto de tierra en vez de asfalto, casas bajas y chabolas, muros de adobe carcomidos por la lluvia y el viento, miradas y sonrisas de niños y ancianos, que me miraban sin entender qué hacía un extranjero allí. Al llegar a un cruce de cuatro calles en perpendicular, tuve que decidir cuál de ellas debía seguir, y cogí una en la que las tiendas esparcían frutas y verduras por todo el suelo, las teterías dejaban escapar el suave aroma del té a través de su oscuridad, entre sorteos de rickshaws y personas que salían a mirarme. Como me sentía demasiado observado, me entró el miedo y decidí que no era muy buena idea correr el riesgo de sacar la cámara, con lo que no pude tomar ninguna fotografía.


Y, repentinamente, como de nuevo fruto de una extraña casualidad, me encontraba caminando por una calle cuando me tuve que detener delante de una puerta de acero, pintada de azul grisáceo, medio abierta, y en la que había escrito unas letras que me dieron una información que no pude creer, por lo inverosímiles que eran: estaba delante de una iglesia bautista en pleno Mirpur. Dada mi cara de absoluto asombro, un anciano abrió la puerta cuando me vio allí parado delante, al mismo tiempo que trataba de decirme algo en inglés. Me preguntó de qué país era y qué hacía por allí, que si me había perdido, le dije que no, que estaba dando un paseo. Y, dada mi condición de extranjero y mi calidad de cristiano, me invitó a conocer su iglesia, ya que aquel anciano medio encorvado y maltratado por los años era el Pastor de la misma. Acepté encantado la invitación y cuando estaba descalzándome las sandalias para entrar dentro, una chica que parecía ayudar o estar allí hablando con el Pastor se me acercó tímidamente y se presentó con su nombre cristiano, Christina. Después de unos minutos hablando (ella sabía más inglés que el pobre Pastor) sobre qué hacíamos y ese tipo de cosas, ella me soltó a botepronto una pregunta que me dejó pasmado: ¿Has estado alguna vez en una iglesia católica en Dhaka? Yo pensaba que se estaba riendo de mí, porque estoy en un país de mayoría musulmana, y le pedí que me repitiera de nuevo la pregunta. Cuando la repitió le dije que no, que nunca había estado en una. Y ella me dijo que me acompañaba a ver una que había en Mirpur, cerca de allí. Le dije que aceptaba encantado, salimos de la iglesia despidiéndonos del Pastor y cogimos un rickshaw en la avenida principal, el cual giró de nuevo hacia el laberinto de las calles de Mirpur. Cuando íbamos de camino me puse a pensar en lo divertida que era aquella situación: ¿qué hacía un extranjero y una mujer bangla en un rickshaw por las calles de Mirpur? La respuesta era irreal: buscar una iglesia católica.


Al cabo de un viaje de unos 5 minutos, saltando y resaltando por los agujeros del suelo, llegamos a una puerta de color negro, y Christina dijo "Taamo daane, rickshaw" y el pedaleador paró en seco el vehículo. Le pagamos y entramos al recinto por la puerta negra. Ella habló con un hombre que estaba vigilando junto a la entrada y le preguntó si podíamos entrar, y él no puso ningún problema. Cuando ya estaba intramuros, me sentí maravillado por la imensa cruz de color blanco y debajo de la cual había un mural hecho con colores, mezclando la religión con el bengalí. Me quedé sin palabras, y le pregunté a Christina si había algún problema en que hiciera alguna foto, y me dijo que no, que allí dentro era lugar seguro.






Y también me llamó la atención la placa con las fechas más significativas en la historia del templo que se erigía delante de mí, y cual fue mi sorpresa cuando me percaté de que la primera piedra de esta iglesia se puso el día que yo cumplía 17 años, el 29 de Mayo de 1993.





Le pregunté a Christina si se podía visitar la iglesia por dentro, ella se lo preguntó al vigilante, y éste le dijo que sí, y fue a avisar al ayudante del párroco. Al cabo de un minuto salió un hombre y me presenté; mientras abría una puerta lateral me preguntaba de qué país venía y que hacía en Dhaka. Finalmente abrió la puerta, me quité los zapatos y entré dentro de aquel templo, diáfano, sin mármoles, sin oros y sin cabezal en el ábside, sólo había flores, Jesucristo crucificado y un altar de madera, ante una infinidad de esterillas por todo el suelo. Le comenté entonces que en España las iglesias tenían bancos, pero antes de que pudiera acabar la frase me dijo que ya lo sabía y quedebía tener en cuenta que estaba en una zona muy pobre y que no tenían dinero para bancos. Cuando le estaba diciendo que lo entendía, sentí una presencia detrás mío, me giré y me encontré con el párroco de la iglesia, un hombre alto, de unos 37 años, con una camisa gris y alzacuellos, y con aspecto de extranjero. Y de nuevo otra sorpresa, se presentó con su nombre en bangla, traduciéndomelo a cristiano: se llamaba Francisco Javier, cuando le dije que mi nombre era ese no pudo dejar de reír dada la casualidad.

Finalmente abandonamos la iglesia católica dándole las gracias a todos por su hospitalidad y una vez en la calle Christina me preguntó si me apetecía conocer a su familia. Le dije que sí, que era un placer para mí. Me dijo si quería ir andando o en rickshaw y le dije que prefería ir andando. Nos revolvimos por aquel laberinto hasta que finalmente llegamos a una puerta de acero que estaba a medio abrir, y ella me invitó a entrar. Delante de un espacio de tierra medio humeda había una casa que según me explicó ella la había hecho su familia con sus propias manos y con el tejado de uralita con una capa de cañas debajo. Me quedé sin palabras ante aquello. Caminamos por un sendero hecho con piedras hasta llegar a otra casa, que es donde hacían vida. Su madre estaba dentro, y me invitó a pasar. Me quité los zapatos de nuevo, y dado que no tenían salón, me invitaron a sentarme en la cama de matrimonio de sus padres. Mientras hablábamos Christina y yo sobre trivialidades, su madre trajo dos vasos de Sprite frío y unas galletas, porque no podían ofrecerme otra cosa. Me sentí un poco tímido y tenso, porque había momentos de silencio, y me puse a hablar sobre España. Su madre se ausentó para ir a avisar a Shila, la hermana de Christina, que estaba en la habitación de al lado. Christina aprovechó aquel momento de intimidad para preguntarme si me gustaría asistir a una misa en su iglesia. Como nunca he estado en una misa protestante, no me pude negar. Apareció su hermana, muy tímida, y mientras yo me quedaba conversando con ella casi en silencio, Christina se fue al baño a pintarse. Cuando volvió me invitó a ir a la iglesia de nuevo.


Dejé los zapatos a la entrada y entré con Christina. La iglesia tiene dos partes con bancos al final y esterillas más cerca del altar, separadas ambas por un pasillo. Yo me senté en la parte de la derecha, reservada a los hombres, y ella en la izquierda, para las mujeres. La misa comenzó con música, con un coro que cantaba acompañado por una guitarra eléctrica, un bajo y un chico que tocaba la batería, mientras todos los fieles cantaban al mismo ritmo. La música fue un elemento que se sucedió a lo largo de toda la ceremonia, incluso al ritmo de las palmas de la gente, que vivía la oración en lo más profundo del alma. Otra cosa que me llamó la atención fue que así como en una iglesia en España hay fundamentalmente gente mayor, en ésta había gente de todas las edades, lo cual confirmó una idea que ya tenía desde hace mucho tiempo en la cabeza, y es que la pobreza necesita la religión para subsistir. Después de la primera canción, alguien se puso a leer la Biblia y a comentar el pasaje, en bengalí, y algo que me llamó también la atención fue que acabó la perorata diciendo "Amén". Después hubo otra canción, estando todos los fieles de pie, mientras un anciano daba palmas y bailaba moviéndose al ritmo de la música y un niño de unos 4 añitos lo miraba fijamente, sin entender muy bien qué le pasaba. Otra cosa que se me quedó impresa en la memoria fue que junto al altar había un árbol de Navidad que hacía parpadear unas luces rojas, verdes y amarillas, mientras unas estrellas de papel gris plateado colgaban en cada una de las ventanas. Pero lo que realmente me pareció increíble fue el momento en el que se leía un pasaje de la Biblia, en bengalí, y fuera, en la lejanía del crepúsculo, una mezquita dejaba escapar su canto a Alá, informándome de que todavía estaba en Bangladesh y que aquello no era parte de un sueño alucinado.


La misa acabó con otra canción y antes de que acabara Christina me dijo que era el momento oportuno de salir, para evitar la masificación en la puerta. Salimos fuera de la iglesia y me presentó a su padre, y después me dijo que me acompañaba a coger un CNG. Llegamos a la avenida principal y debíamos cruzar a la otra parte, que era dirección a Gulshan. Tratando de cruzar me vi bloqueado en mitad de la avenida, asustado, con coches que pasaban pitando por delante y por detrás, y un rickshaw que no me había visto me dio sin querer en una pierna, dejándome una herida, una cicatriz que ya llevaré siempre en mi piel. Es la marca de Bangladesh en mi cuerpo. Es la señal que hará que nunca me olvide de aquel día.

2 comentarios:

Pat dijo...

Que bonito Tete!!!!, me ha gustado mucho esta entrada, ya me habias contado la historia pero aqui la he podido ver con mucho más detalle.

Menuda experiencia!!!!!, debe ser increible ver una iglesia católica en Dhaka y estar en una misa protestante escuchando los cantos de las mezquitas.

Te mando un abrazo fuerte!!!!, sigue disfrutando, besoss

(^o^) dijo...

Ostrás! Pakorroooooo! Pero esta entrada es verídica, literaria o fifty/fifty! No me jodas que otra vez te han dañado en la misma pierna! Me-cago-en-tó!