sábado, 14 de noviembre de 2009

¿Por qué no es un juego de niños?

Mi experimento de clase

Bueno, hace unos días que pensé introducir un experimento en mi blog, con mis alumnos. Se trata de que les comenté que estaba pensando en que una entrada de mi blog la iban a hacer ellos, con sus redacciones, presentándose a sí mismos y hablando de sus gustos y preferencias. El experimento no ha ido del todo bien ya que les pregunté si querían también que les hiciera alguna foto, y en un principio dijeron que sí, pero al final se echaron atrás. Además, de los 18 alumnos que están viniendo a clase, sólo me han entregado 4 redacciones. Os copio aquí lo que han escrito en ellas eliminando los nombres para que sean anónimas. Espero que os gusten. Les cedo la palabra.
Well, I thought some days ago to introduce an experiment on my blog, with my students. It's about I told to them I was thinking that They went to make one post of my blog, with their writings, introducing themselves and talking about their likes and preferences. The experiment wasn't well at all since I asked them if They wanted also that I took some picture, and at first They said It was a good idea, but in the end They cried off. Also, if I usually have 18 students in class, They only have taken 4 writings. I copy to You what They have written in them, deleting the names to They were anonymous. I hope that You like It. I give them the right to speak.
"Soy _____. Soy Bangladeshi. Soy estudiante Español. Yo nací en 1988. Me quiero ir Espana porque estudiar. Mi cumpleaños es cuatro septiembre mil novecientos ochenta y ocho. Yo encantar musica."
"Hola! Me llamo __________. Soy Bangladeshi. Tengo 23 años. Estudio Español. Me gusta mucho leer. También me gusta escuchar musica classica. Mi cantante favorita es Habib. Me quiero ir a España porque visito. Un abrazo!"
"Mi nombre es _________. Yo tengo veintetres años. Yo soy estudiante de ley. Mi padre es un profesor y hombre de negocios. Mi madre es una ama de casa. Yo vengo desde Kushtia. Me Gusta LEER. Mi escritor favorito es Jule Verne y Henry Rider Haggard. Mi cantante favorito es John Denver. Yo escribo poema. Yo estudio español por que es una languas oficiales Naciones Unidas. Yo quiero a juez."
"Hola! Me llamo ______. Soy Bangladeshi y vivo en Dhaka. Tengo 21 años. Soy estudiante y me encanta aprender idiomas. Estudio inglés, francés y español. Tambien me gusta mucho leer, viajar con mis amigos y escuchar musica."

viernes, 13 de noviembre de 2009

Un mes y dos días

Te echo de menos, le digo al aire,

te busco, te pienso, te siento

diciendo que como tú no habrá nadie.

Y aquí te espero, con mi cajita de la vida,

cansada, a oscuras, con miedo

y este frío nadie me lo quita.

Tengo razones para buscarte,

tengo necesidad de verte, de oirte, de hablarte.

Tengo razones para esperarte

porque no creo que haya en el mundo nadie más a quien ame.

Tengo razones, razones de sobras

para pedirle al viento que vuelvas aunque sea como una sombra.

Tengo razones para no quererte olvidar

porque el trocito de felicidad

fuiste tú quien me lo dió a probar.

El aire huele a ti,

mi casa se cae porque no estás aquí,

mis sábanas, mi pelo, mi ropa te buscan a ti.

Mis pies son como de cartón que voy arrastrando por cada rincón,

mi cama se hace fría y gigante

y en ella me pierdo yo.

Mi casa se vuelve a caer,

mis flores se mueren de pena,

mis lágrimas son charquitos que caen a mis pies.

Te mando besos de agua pá que bañen tu cuerpo y tu alma,

te mando besos de agua pá que curen tus heridas,

te mando besos de agua de esos con los que tanto te reías.

martes, 10 de noviembre de 2009

El Aleph

Aquella mañana de sol claro y cierta nebulosa contaminada, salió decidido a tomar un CNG, y le pronunció el destino: Dhaka University, Rokeya Hall. Y, afortunadamente, entendió el precio pactado, en bangla. Una sonrisa superflua, aromática, desangelada se instaló en lo más breve de su alma.

El tráfico le dejó, de nuevo, en la memoria, la información correcta, como en un descuido de las palabras: se encontraba en Dhaka. El tiempo se congelaba y se descongelaba de acuerdo a la congestión del tráfico. Y, en uno de las parálisis temporales de un semáforo absurdo en sus luces, se dio cuenta de que un joven deseaba una fotografía.


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Y repetidamente, como un martilleo, algo le dijo al oído, burlonamente, que estaba en un CNG, que no podía escapar de allí, aquella espiral era la estrategia divisoria que lo memorizaba, y ya no pudo pensar en otra cosa que no fueran objetos de color verde.


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Pero de manera voluntaria, indecisa, tuvo la sensación de que aquello que lo rodeaba funcionaba como un Aleph. Tuvo la dolorosa sensación, la perpetua y extraña idea, de que allí se reunía todo el espacio y todo el tiempo simultaneamente. Se dio cuenta de que aquella imposibilidad ficcional allí era posible: en un milésima de segundo todo el espacio posible se encerraba en aquella ciudad, y se atomizaba, se expandía como dos polos del mismo signo, implotando hacia dentro de sus lágrimas. Y no había escapatoria recordada.

Fue entonces, quizás en el mismo momento en que Aureliano recordaba la vez que su padre le llevó a conocer el hielo, cuando miró, apenas sin ver, a su alrederor, y en cada esquina de aquel Aleph animalizado, sangrante y visceral, encontró objetos que le acercaban a una orientalidad escondida, tímida e introvertida. Y vio gente que vendía y gente que compraba...


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También vio detrás de las esquinas y de la vegetación tropical, extensas mezquitas entregadas a la oración quíntuple, coránica y lejana...


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Y sintió algo que no cuadraba en aquella realidad cartesiana: compró una sonrisa por 4 takas a una mujer que no podía acariciar con sus manos porque no tenía brazos...


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Aquella ilusión desapacible y medio óptica le causó una especie de sensación de estómago vacío, y tuvo ganas de comer un poco de mugur...


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Pero, así como José Arcadio sí que tuvo la suerte de encontrar a Melquíades, se dio cuenta de que el vendedor de aquel dulce crepitoso no había conocido el invento de la balanza con aguja que el gitano que cada año pasaba por Macondo había podido crear en alguno de sus delirios creativos e inverosímiles...


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Y como si de algo pactado se tratara, aquel vendedor apacible, al ver que le había hecho fotos, le indicó con una gesticulación amistosa y desinteresada, que le vendía un puñado. Entonces él le dijo que no, que no se preocupara, que no le apetecía. Entonces sintió el peso de la conciencia demasiado duro encima de él y decidió que igual sería preferible darle algo de dinero, por la molestia de la foto. Sacó los billetes de 2 takas y se los ofreció, pero el vendedor, como por arte de magia, sacó un paquete de papel de periódico con un puñado de mugur y no aceptó la propina. Eso sí, le dio su mejor rostro para una de sus mejores imágenes...


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Pero lo que no podría olvidar ya nunca más, y por esa obligación de memoria detestó el Aleph, fue a un espíritu de un ancestral pirata al que, según la leyenda oscura de los arrabales de los puertos sucios del barrio rojo holandés, una vez le dijeron que en la zona donde moría el río Buriganga, debajo de los adoquines de alguna acera olvidada, existía un mundo mejor, donde no existía la muerte ni la soledad, donde todo llevaba un nombre, y lo podías llamar en todos los idiomas de la misma manera, un mundo donde la gente se alimentaba de nubes y de luz. Y aquel pirata, agotando todas sus bitácoras, olvidándose de vivir, encerrado en su búsqueda, empezó a vivir a gatas, buscando el pedazo de adoquín que le diera la señal correcta de aquel universo paralelo. Pero, lo que no sabía era que aquel espacio irreal ya lo había descubierto el fantasma del capitán del galeón español que José Arcadio se encontró en su viaje en búsqueda del mar. Y aquel pirata, siglo tras siglo, gateando y gateando durante centurias, se olvidó ya para siempre de levantarse y sólo pudo andar ya con sus rodillas y sus codos. Y fue entonces, ante la imagen aquella que le enviaba el Aleph, cuando, innecesariamente, sintió miedo de la muerte...


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Esta entrada se la dedico a Rafique y a Razud, por sus amenas conversaciones en el despacho y por todo Dhaka. Igual este es el prólogo a otra entrada posterior... A ver si acertáis...

1º Microrrelato - Pat

¿¿Encontrarían la forma de estar juntos??. La vida les habíaa separado de forma algo cruel, sólo la paciencia y el amor les ayudaba a seguir, sólo la fe y la esperanza eran sus aliados. Pero al final todo llega y sus esfuerzos dieron sus frutos. Juntos ahora podrán vivir, aunque siempre quedará en su memoria este tiempo de incertidumbre y espera dolorosa. Así es la vida.

sábado, 7 de noviembre de 2009

Puntos, comas y verbos

Cuando recuperó la memoria en su frasco de ámbar le retumbó el mar en los oídos, como una caracola olvidada en alguna isla del Caribe. Las amebas se retorcían en sus segundos, y trató, sin conseguirlo, de despegarse la cáscara de antigüedad que le había contagiado el tiempo. Las huellas digitales le informaban de que tal vez hubo un tiempo en el que los edificios eran blancos

White House

O tal vez despertó en una taberna, como Pushkin, rodeado por historias recuperadas a través del fragor de algún vaso de absenta o vodka caliente y cristalino...


Pushkin

Y allí, por encima de las nubes, en alguna habitación aérea, soñó que alguien, detrás del péndulo inquebrantable del tiempo, lo espiaba abrumado y con la espuma de los segundos llegándole a una orilla que nunca podía alcanzar a tocar, temiendo que la sal dulce borrara sus huellas...


Draw

Y como si emergiera del fondo de un océano todavía sin descubrir, supo, o más bien dedujo, que había alguien que lo soñaba, que había alguien que se atrevía a hacer aquello, a someterle a aquella trampa, en la que, ya sin solución posible, él soñaba a alguien que, esperando el autobús, estaba soñando con él que se soñaba en una parada de autobús... Y supo, aterrado, que muchas veces Borges tenía razón... Nunca más despertaría de aquella memoria de arena, que no hacía más que dar vueltas en aquel reloj de cristal...


Dreaming at bus stop

jueves, 5 de noviembre de 2009

Ángel fieramente humano

Toca, como cada semana, comentarios literarios: Dulce compañía de Laura Restrepo.

Antes de nada, decir que tal vez el acierto más importante de la novela haya sido rehuir del Realismo Mágico, estrategia que tal vez hubiera sido demasiado manida para narrar la historia del encuentro de un ángel en una de las barriadas pobres de Bogotá, Galilea (nombre bíblico, por supuesto). El tono y ritmo de la novela tratan de darle una realidad a dicho personaje que se encuentra muy lejos de toda inverosimilitud. Los trazos recomponen una figura que podría llegar a ser falsa, insertada mediante el poder de las palabras adecuadas, en la realidad colombiana: aspectos y elementos socioculturales como la pobreza, la violencia, la presencia militar y policial en las calles, la guerrilla (el ángel trata de escapar al monte, como los guerrilleros, porque no encuentra su lugar en el espacio urbano), las drogas (su adolescencia), la cárcel de La Picota (donde pasó una temporada y de la que consiguió salir no se sabe cómo), la religiosidad popular (toda la familia del ángel y todo el barrio), el pandillismo que recuerda tal vez a los sicarios (por la edad de los integrantes del M.A.F.A., que trata de acabar con la vida del ángel)... Todos estos elementos no hacen más que darle una realidad muy lejana a todo lo "inverosímil" de la Magia y lo colocan en un espacio compacto, tangible, concreto.

Tal vez, dos personajes que parecen estar cerca del Realismo Mágico son Las Muñís, Doña Chofa y Doña Rufa, dos hemanas que lo saben todo, no se sabe si de manera mágica o si es que son unas chismosas. Son en realidad las que le dan la clave a la protagonista, las que acaban por darle la pista última en su búsqueda y necesidad de darle un aspecto humano a aquella criatura celestial. Y es que aquel ángel tiene algo entrañable, que lo instala siempre entre lo real y lo eterno, algo que no deja indiferente a todos aquellos con los que se encuentra y tratan con él: una reportera que se enamora de él, una madre que trata de encontrarlo desde que fue arrebatado de sus brazos nada más nacer, un sacerdote que trata de matarlo por miedo y terror a que se descubra su "verdad", la doctora que lo trata como si fuera un paciente de psiquiatra, las mujeres que lo bañan y lo limpian como si fuera un objeto precioso y venerable. Si nos damos cuenta, todos estos personajes que son el eje sobre el que se traza la narración de la historia, son los que alejan a la figura del ángel de su realismo mágico, a través de su perspectiva humana le dotan de una verosimilitud hallada lejos de la frontera con lo ficcional.

Tal vez, aparte de la protagonista y del ángel, el personaje más relevante de la novela es Orlando, un niño pobre del barrio (no doy ninguna nota más sobre él por si os apetece leer la novela, dándoos además la intriga de quién será, jeejeje). Él funciona como lo que la teoría rusa llamaría "Coadyuvante", y es que desde su aparición en la novela hasta la última página de la misma, será el enlace entre ella y la realidad del ángel, el que colabore en la consecución de la Verdad, de la localización del punto "real" donde debe establecerse el lugar del ángel. Además, la nota que he omitido sobre él es la que tal vez, ayude en darle una realidad más concreta a éste.

Otra carectirística interesante de la novela es que la historia está contada en primera persona y además por una reportera, o sea, periodista. Ésto, si nos acercamos al espacio desde el que escribe Restrepo, es muy interesante, ya que liga dos aspectos, el primero es que como ya sabemos la autora fue periodista, con lo que unido a la primera persona discursiva, le da a la historia un matiz más verosímil (aunque a veces decidamos dudar de cosas que dicen los periodistas); el segundo es que funda el texto sobre la discursividad testimonial, es decir, es como si Laura Restrepo-reportera sin nombre en la novela hubiera recogido una serie de notas, relatos orales del barrio de Galilea, los cuadernos que Ara, la madre del ángel, ha ido escribiendo a mano y demás documentos referenciales para narrar esta historia, que, además, según mi punto de vista, tiene final abierto. Tal vez, la idea más significtiva de esto a lo que me estoy refiriendo es algo que la reportera dice sobre los cuadernos de Ara, y que me ayudan a enlazar con la idea que quiero poner más abajo, y que os cito a continuación:

"Me tiene prohibido publicar los cincuenta y tres cuadernos antes de la fecha de su muerte, con excepcón de los seis fragmentos que, después de mucho rogarle, pude incluir hoy entre estas notas."

Así, los cuadernos me parecen una de las ideas más interesantes de la novela: Ara los ha escrito por dictado telepático de su hijo el ángel. Los cuadernos manuscritos los escribe la madre pero las palabras no son de ella, son las del personaje que mantienen escondido y que es el centro real-inverosímil de la historia: ¿no recuerda esto a la literatura testimonial? Si recordamos a Rigoberta Menchú en su Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia tenemos que señalar que la obra en sí no fue escrita por ella, a pesar de su primera persona singular en el título, sino que la transcripción de sus palabras la realizó Elizabeth Burgos, dotando de una buena corrección de estilo al relato oral que Rigoberta dejaba grabado en los cassettes. Aunque las palabras sean de la indígena guatelmateca, el discurso escrito es de la compiladora, que es quien al final pone orden y corrige el discurso oral de la primera, de forma que la autoridad de la obra se difumina. En el caso de Dulce compañía podemos dilucidar la misma estrategia: el ángel "dicta" a su madre una serie de palabras y esta las pasa al papel convertida en una especie de "escritora autómata"; pero aquí no se cierra el círculo, porque después de Ara la reportera protagonista-Restrepo cita algunos trozos de estos cuadernos, con lo que podríamos hablar, de una manera figurada, de una triple autoría.

En cuanto a las citas que me gustaría poner, he de deciros que escribiría la novela entera, y aquí es imposible. Me ha resultado muy difícil la selección por la cercanía y simplicidad del texto, por la gran cantidad de sensaciones que genera cada palabra del mismo y porque el ritmo de la historia nunca se detiene.

Así, la primera es de un momento en el que el ángel ha sufrido algo parecido a un ataque de epilepsia y lo llevan a un hospital para hacerle un chequeo, y recibe un visita de la periodista. Dejamos aparte las posibles referencias a un erotismo cutáneo y metafórico:

"Regresé al lado de su cama, y le humedecí los labios con el suero. Él se incorporó un poo, para tomar un par de sorbos. Me miró y en el fondo de sus ojos vi un asomo de reconocimiento, que se apagó enseguida. Se volvió a desplomar sobre la espalda, y yo le fui untando la crema muy despacio, muy profundo, empezando por los pies, por la marca reciente del tobillo, como si ésta indicara el punto de partida en el mapa secreto de su cuerpo. Puse todo mi amor y mi empeño en la tarea, como queriendo desprender de su pie la costra de soledad."

La segunda cita es de más tarde, cuando la protagonista ha quedado con su amiga Ofelia, la directora del hospital donde han ingresado al ángel, para hablar sobre los resultados de las pruebas. Aquí vemos cómo el personaje central es descarnado absolutamente de sus elementos "inverosiímiles" y se carga de elementos reales, que lo acercan más a una verosimilitud narrativa y ficcional.

"Llegó a las 8 en punto, con un pan francés y un termo de consomé de pollo, asegurando que me caería bien. Prendió el televisor, porque no se perdía Aroma de mujer, la telenovela de esa hora, y tuve que esperar a que acabara de verla para empezar a preguntarle.
- Ahora sí, dime qué es lo que tiene.
- Imposible saber. Anda perdido en alguna parte entre el retraso mental, el autismo y la esquizofrenia. Pero muy, muy perdido.
- ¿Pero cómo vas a decir que está perdido un ser que produce semejantes escritos? Es que tú sólo has leido apartes de los cuadernos, pero si te tomaras el trabajo de...
- Un momento, un momento. Así nos vamos montando en una lógica disparatada y después no hay quién nos baje. Empecemos con que los cuadernos no los escribe el ángel, los escribe Ara. Si quieres hablar de los cuadernos, hablemos de Ara. Ésa sí que atina al cuadro esquizofrénico completo, oye voces y todo.
- Mejor no sigamos hablando, porque no llegamos a ninguna parte. Si quieres entender algo de esto, tienes que olvidarte de tu lógica, porque no nos sirve.
Caímos en un silencio incómodo y hasta hostil. Después de un lapso prudente, Ofelia buscó ablandar la situación preguntándome por qué yo me tomaba el asunto tan a pecho.
- Pues sucede que estoy enamorada de ese retrasado, autista y esquizofrénico -le dije de mala manera.
- Muy propio de ti. He debido imaginármelo. Espera -dijo cortada-, voy a echarle un chorrito de jerez a este consomé.
Nos quedamos calladas otro rato. Después ella dijo:
- Vamos a ver, empeceos por el principio. Por ese pasado que estás tratando de recomponer.
Yo no quería hablar más. De pronto todo el cuento me parecía espantosamente absurdo, y me sentía avergonzada y arrepentida de haberle contado a Ofelia la verdad. Menos mal no le había confesado que además había hecho el amor con él. Mínimo se desmaya."

La tercera cita es del momento en el que la reportera protagonista se conciencia de la pérdida del ángel. Sus palabras conmueven: a partir de entonces hay un giro, un cambio, una transformación. El presente configura entonces el pasado, y el futuro ya no existe. La despedida es el reflejo de un punto de inflexión, como en toda relación que se rompe:

"Un viento mojado que vino de los eucaliptos me trajo una plácida sensación de paz y me sopló al oído un mensaje conciso: Él está fuera de tu alcance, y ya no es urgente que lo quieras, ni que te quiera.
Yo entendí y asentí. Lo importante no era tenerlo cerca sino dejarlo libre para que se salvara, para que sobreviviera. Que pudiera cumplir con el propósito tras el cual había venido, cualquiera que fuera y por indescifrable que resultara para mí. Supe, sin dolor, que hoy era el día del adiós."

La última cita supone una especie de frase universal, y que muchas veces hemos escuchado: a menud no sabemos lo que tenemos al lado hasta que lo hemos perdido. La realidad de la novela es que la acabas de leer sin saber si el ángel es un humano que ha sido sublimado hasta alcanzar el grado de ángel por la religiosidad popular o si realmente es un ángel. En mi opinión, después de haber leído la novela, la primera opción cae por su propio peso, aunque a todo lector le gustaría que fuera la segunda.

"No acabo de agradecerle a las gentes de Galilea, que me hicieron ver lo que mis ojos por sí solos no hubieran visto. No es fácil reconocer a un ángel, y sin ayuda me hubiera sucedido lo que a muchos, que lo tuvieron cerca y no se dieron cuenta."

martes, 3 de noviembre de 2009

¿Por qué?







Momento de detenerme y reflexionar

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Ella.


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lunes, 2 de noviembre de 2009

El cuenta-cuentos del semáforo

Hace unos días que me estoy llevando la cámara a la Universidad porque quiero hacer alguna foto a un personaje que, quiera que no, bien por su aspecto, bien por su "función" literaria en esta ciudad, forma ya parte de los recuerdos más interesantes de mi vida. Se trata de un hombre que se pone a pedir limosna en el semáforo de la rotonda que hay a la salida del campus universitario. Es un hombre de mediana edad, con barba de profeta mahometano, con birrete blanco y panjabi del mismo color, abotonado hasta la nuez de la garganta. Lo curioso y principalmente metafórico de este hombre es que, cuando llovía no abría el paraguas e iba descalzo, y cuando el sol caía de canto con toda su esfera fulgurosa, el tipo abría el paraguas (o sea que era sombrilla) y se calzaba sus sandalias con la suela despegada, seguramente para no quemarse los pies con el fragor del asfalto.


Pero lo que no he podido olvidar de ese hombre es su imaginación. Sí, amigos, era la biblioteca de Alejandría de Borges, el Aleph habitaba entre su barba y los botones de su panjabi. Su sonrisa era algo que me daba la información correcta, para que ya nunca me equivocara: el gato de Alicia se había postrado en su rostro. La verdadera cualidad de este personaje borgiano-marqueciano era, y sin fisuras, su espantosa facilidad de inventarse falsedades, de inventarse historias convincentes para llegarte al alma y al bolsillo, ya que era inevitable no darle algo de limosna.


La primera vez que lo ví estaba hablando con el pasajero de un coche que había a la derecha de mi CNG. Le decía muchas cosas pero, parece, no le decía nada. El conductor de mi taxi lo escuchaba y se reía a sus espaldas. Se giró y al otro lado de la reja que me separaba de él me dijo "That man is crazy. Every day is telling stories. Lies". Yo estuve apunto de decirle que por qué decía aquello, porque no contaba mentiras, contaba muchas verdades, tan inverosímiles como creíbles, pero reales. Pero permanecí callado porque tal vez no entendería mi razonamiento literario. Lo cierto es que, fuera como fuera, aquel tipo en aquella tarde de lunes, empezó a formar parte de mi vida, y de la ultima vanguardia de la "literatura callejera". Me quedé prendado de aquel hombre que hacía efectiva aquella transmisión oral de la edad media de las leyendas y cantares populares. Suponía la representación real y tangible de la literatura bucal, de cuerda vocal, de voz hablada, a través del soporte ingrávido del canal aéreo.


Recuerdo perfectamente dos días en concreto. El primero se acercó a mi CNG y con su sonrisa vacía y hueca, se me puso a hablar a través de su silencio pues me hablaba en bangla, moviendo las manos y gesticulando enfervorecidamente, señalando el panjabi, el reloj en su muñeca izquierda y su birrete, que llevaba aquel día al revés porque las costuras estaban hacia fuera. El conductor del CNG lo miraba incrédulo. Él sí que entendía bangla y sabía lo que decía. Al final, dado mi pasotismo al no escuchar su historia, haciendo oídos sordos, el tipo se fue. Le pregunté al chofer que decía y me dijo que me pedía dinero porque necesitaba cambiarse la ropa porque aquella noche tenía una cena con una tal Margaret Tatcher y además, según me decía, el armario se le había quedado pequeño y la ropa no le cabía. Es decir, una paradoja hiperbolizada.


Pero el día grande fue una semana más tarde de aquel cuento. Yo iba con Rafique en un CNG, hablando sobre la literatura lúdica de Cortázar, cuando apareció de nuevo el tipo, instalando su voz entre el diálogo que teníamos mi compañero y yo, hasta que le dijo que se fuera. Entonces, se calló de golpe, y desapareció. Rafique frunció el ceño, y como yo ya conocía al historiador, le pregunté qué cosa había narrado: necesitaba dinero porque quería casar a su hija, pero no con una boda normal, quería casarla en pleno edificio del Parlamento de Bangladesh, y que necesitaba una "limosnilla" para las flores del suelo. Aquel día ya era de noche y llovía. Tal vez el agua del monzón le había dado la idea de los pétalos.


Sea como sea, y aunque trato de intentar hacerle una foto, hace unos días que la literatura del semáforo se ha callado. Lo cual me causa una especie de agonía o preocupación obscena, porque me da por pensar que aquí, cuando una persona desaparece de su semáforo, puede ser por varias razones: o bien se ha cambiado de "puesto trabajo" (o sea de luz urbana), o la policía le ha detenido (en este caso se llevó al cuartelillo a toda una biblioteca con piernas), o bien cayó enfermo y tuvo que ir a cantar sus juglarías a alguna habitación oscura de algún hospital o, duramente e inevitablemente, puede habérselo llevado la muerte con sus reinos antiguos y su presencia social y eterna.


Así, amigos, no he podido hacerle ninguna fotogarafía. Tal vez porque el azar o el sino de su destino es no salir retratado para permanecer en el anonimato, como tantas obras que se han escrito y publicado bajo el nombre del único autor que nunca muere, el tal Anónimo. El día que él muera, morirá en nosotros un verso, un misticismo que rehúye de la tangibilidad de la palabra para no darse a conocer. Al fin y al cabo, Gabo empezó su andadura literaria con "La tercera resignación": ¿Debemos morirnos tres veces para conocer todo lo ambiguo, lo desconocido, lo inmaterial e improductivo de la sensación que producen todas aquellas palabras que se quedan aplacadas en el silencio?