martes, 6 de abril de 2010

Shondha Tara

Después de volver
se olvidó de todo.
Sin nada, sin presión.
Dicen que tampoco sin gravedad.

En la memoria del agua
permanecen algunos sueños.
Habitaciones sin encender,
sin las primeras estrellas.

Descaminó murallas, ciudades,
luces, noches y soledades.
Los cinturones ya no servían.
Los ojos cerrados no soñaban ya nada.
Sólo altavoces, sonidos memorizados,
dinero en el armario
y alguna ventana cerrada.

Más que la letra pequeña,
aprendió que debía seguir la letra grande,
para no caer en los mismos errores.

Descifró y escribió su futuro
en sus manos, pero se olvidó de leerlo.
Una piel tostada le habla desde
el otro lado del espejo.
Una sonrisa le deja una señal.

Hay una manzana al fondo de la nevera
con una flecha clavada,
atravesando algún corazón.
En otros rincones hay algún fotua.

Una pareja se mira
pero no se besan.

El rickshaw al frenar
ha dejado una marca en el asfalto
que ya nadie podrá borrar.
Es la marca del dolor en su piel.

Y, allá, en la tranquilidad del hielo,
algún café le recuerda algo.
En las tibias esperas,
el teléfono no suena nunca.
Y se sienta en la cama
a reiniciar su memoria,
a desmontar su nueva soledad.

Un chocolate mal envuelto
se ha quedado olvidado
en alguna zona oscura de la
despensa de otra casa.

En algún parque un árbol
está apunto de romperse.
Y en el zoo el nuevo animal
es la atracción de todos.

Una pelota botando en una calle
le ha recordado el futuro
de alguna de sus infancias.

Después de todo,
ya no sabe qué decir.

En la convocatoria de la víspera,
su memoria vuelve a comenzar.
Y un color blanco le trata
con respeto, con luz.
Y una vibración de lenguas
le traslada a algún idioma,
como si después del arroz
ya no hubiera té.

Entre un cristal y otro
descodificó un mensaje
enviado a distancia.

Las ciudades son distintas
a través de las ventanas.
Parece que llueve distinto,
y los días son diferentes.

En un billete de avión
hay un poema mal escrito,
que alguien lee en voz alta,
mientras permanece en silencio.

Se olvidó de recoger la ropa
interior del suelo,
y una lavadora no la ha limpiado.

Cuando la luz se va de
viaje, hay momentos de
sudores, silencio, soledad.
Y sus gemidos revolotean
como los piares del kokil.

Al morderse las uñas
ha visto una semilla de rosa
y se la ha clavado en una encía
como una aguja invisible.

Y supo que debía volver a vivir.

6 comentarios:

Luisa dijo...

Poema precioso, con tintes de dolor y soledad que duelen, se puede sentir. Me gusta mucho como escribes, Paco.
Por cierto, ¿qué es "fotua"?
Un abrazo.

Pat dijo...

Que profundo, ya echaba de menos tus post.

Besotesssss.

Purita dijo...

Nunca me cansaré de pedirte que nunca dejas de escribir...

Purita dijo...

Oye... de vez en cuando podías contestar los comentarios... no?
Besos...

Francisco dijo...

Hola Purita... A qué comentarios quieres que responda? A Luisa ya le he respondido en la entrada siguiente a esta. Ah, y tranquila que nunca dejaré de escribir.

Besos

(^o^) dijo...

Welcome back!

Oye, sí, sí, sí... yo quiero aprender Bengalí on-line desde tu blog.

(^o^) Mr. Pinto, que lleva ya 13 años atrapado en 30 países diferentes!

jarl!