jueves, 15 de octubre de 2009

Aquella guerrilla que no pudo entrar en la ciudad

Hoy toca de nuevo literatura, nuevamente, colombiana. Os voy a hablar sobre la novela Historia de un entusiasmo, de Laura Restrepo.

Primero explicaros que la obra se llamó en un principio Historia de una traición, y que ese título correspondía al mensaje que recorre toda la novela, que es el intento de negociación entre las guerrillas colombianas y el gobierno del recién electo Belisario Betancur, allá por los años 80, y el cambio en la promesa de paz que éste hizo y el giro radical que tomó al final de tal diálogo, rompiendo tal promesa y tratando de asesinar a uno de los guerrilleros del llamado M-19, una de las guerrillas colombianas. Sin embargo, Laura Restrepo, que participó en propia persona en dicha negociación de paz, decidió cambiarle el título porque en realidad, hubo algún momento en tal diálogo en el que se llegó a pensar en una posibilidad, casi cercana, de paz, y eso creó una especie de entusiasmo en una sociedad que continuamente veía enterrar a sus muertos.

La novela se centra fundamentalmente en las dos guerrillas más importantes de dicho momento, las FARC-EP (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército Popular) y el M-19 (Movimiento 19 de Abril). La escritora, junto con Bernardo Ramírez, un ministro, fue miembro de la Comisión de Paz creada por el gobierno como enlace entre éste y los guerrilleros, jugándose en algún momento hasta su propia vida, estando en el centro de una batalla campal entre un batallón del M-19 y el Ejército, que trataba de sitiar el campamento, con bombas de mortero y bombardeos aéreos. La novela, por tanto, se ejecuta a partir de un modelo testimonial, a través de alguna anotación en servilletas, libretas y algún billete de avión que ella misma iba reuniendo para poder escribir finalmente dicha novela. El problema de toda obra de carácter testimonial es que nunca sabemos quién es el autor: sí, está claro que la que montó finalmente la historia fue Restrepo, pero a partir de palabras y hechos de otras personas, a partir de grabaciones, de transcripciones de diálogos, de notas de prensa, de anotaciones en el margen de algún libro. Esas palabras son las que el lector lee, y muchas veces no son de la autora.

Por otra parte, la literatura, y fundamentalmente el género narrativo, se fundamenta en la realidad, o más correcto sería decir que a través de ella se traza un ficcionalización de unos personajes que no existen, que no son reales, pero que se narran en algún lugar de una realidad que les presta su soporte. En el caso de la Historia de un entusiasmo, en mi opinión, ocurre al contrario (y eso también tiene que ver con la narrativa testimonial): unos personajes reales, con nombre y apellido real, son literaturizados y ficcionalizados para desarrollarse en una historia que se narra a sí misma a través de la memoria literaria de Laura Restrepo, que ejecuta sus estrategias narrativas para formular una historia (narrativa) de la Historia colombiana, en un marco temporal real y tangible, pero además, con un ritmo narrativo que en vez de ser pesado, engancha en una lectura amena y más que entretenida. En cuanto al espacio, lógicamente, la historia se desarrolla en la geografía colombiana, y esta idea me parece muy interesante porque a lo largo de la novela podemos establecer el mapa de Colombia, algo que he descubierto en las pocas novelas colombianas que me he leido estas últimas semanas.

La Historia de la negociación de las guerrillas colombianas y el gobierno colombiano tuvo, en mi opinión después de leer la novela, un momento cumbre, que fue la firma de la tregua (que no significó un alto al fuego). Los guerrilleros exigían al gobierno una serie de reformas para el pueblo (más ayudas rurales, subida generalizada de sueldos, más participación de grupos minoritarios en el plano político...) a cambio de un alto al fuego (no una entrega de las armas) por parte de la guerrilla. El gobierno, aunque no consiguió el desarme de la guerrilla, sí que aceptó dichas reformas a cambio del silencio de las armas. Pero esas reformas nunca llegarían, y una parte de dicho tratado de tregua se desmoronó, porque la guerrilla, en cierto modo, se institucionalizó políticamente, poniendo fin a los disparos, aunque fuera en dicha tregua, ya que, además, según dicho tratado, la guerrilla dejaba de ser del todo ilegal, siendo amnistiada por dicho documento, firmado por ambas partes. Así, esta tregua fue utilizada por los guerrilleros para tratar de hacer llegar, de una forma constitucional, sus ideas, en un principio, en el espacio rural, y finalmente, intentando llegar a las principales ciudades colombianas. Fue en este momento cuando el gobierno de Betancur decidió romper la tregua y por tanto el pre-acuerdo de paz cercando a la guerilla con las fuerzas armadas, en un giro por parte del presidente que nunca se entendería, y es que, realmente, el poder corrompe, y aunque seas un presidente democrático, finalmente dejas de lado la sociedad que te ha votado confiando en tí y olvidando algunos de tus principios. Así de dura es la realidad. Porque a través de todo este proceso se originó una rueda que nunca dejó de rodar: por una parte el gobierno que trató de negociar la paz con las guerrillas prometiendo reformas sociales, por otra parte los grupos guerrilleros, que aceptaron un alto al fuego esperando a que se llevaran a cabo dichas reformas, y por otra parte el Ejército (muchas veces movido por el mismo Belisario, si no siempre), que trataba de hacer desaparecer a la guerrilla mediante combates militares. A través de ese trazado, parece que se intenta representar a las guerrillas como héroes de la paz, y muchas veces no fue así, porque en muchas ocasiones, para poder funcionar económicamente, ejercían secuestros, que muchas veces acababan en asesinatos a bocajarro y desapariciones. Pero, también hubo otro problema añadido a las guerrillas, que debían muchas veces salir a la luz pública para desmentir asesinatos y secuestros que ellas no habían llevado a cabo: en muchas ocasiones grupos de delincuentes comunes y grupos mínimos de guerrillas secuestraban a grandes personalidades a cambio de un rescate, haciéndose pasar por las guerrillas que estaban negociando con el gobierno. Así pues, una rueda que nunca dejaría de rodar, atropellando finalmente las pocas esperanzas que hubo en el país de una paz duradera, en un proceso que tuvo a la prensa como un eje que trataba de dar un espacio a cada una de las dos partes, siendo muchas veces odiada por el gobierno por las verdades que ésta sacaba a la luz.

Para terminar mi pequeña crítica de la novela os copio dos citas. La primera es cuando el M-19, ya en el espacio de la pseudolegalidad, trata de realizar un Congreso o encuentro entre todos sus partidarios con el fin de desarrollar, en cierta medida, un discurso cercano a la política. Al acto, que iba a tener lugar en plena selva en un sitio llamado Los Robles, en uno de sus campamentos, estaban invitadas todas las personas que quisieran participar en dicho encuentro, y entre las que se encontraban grandes personalidades de la sociedad colombiana. Un día antes de la fecha programada para el encuentro (que iba a durar tres días) el gobierno decide proclamarlo ilegal, sacando a todas las tropas a las carreteras que daban acceso al campamento, haciendo imposible el acceso al lugar. A pesar de dicha prohibición, hubo personas que pudieron llegar a él, entre las que se encontraba Restrepo. Al final de los tres días que duró el Congreso, la sociedad colombiana fue consciente de que la tregua y las promesas de reformas del gobierno eran mentira, ya que había prohibido un encuentro cívico (aunque fuera para escuchar a unos guerrilleros armados), que era reflejo de una de las refomas que el gobierno se había propuesto llevar a cabo: darle voz a los grupos minoritarios en el plano político. El final de aquellos tres días en la selva es lo que os copio en la primera cita. La segunda se refiere al momento en el que el Tratado de Paz se ha roto totalmente con el intento de asesinato de uno de los guerrilleros más importantes del M-19, Antonio Navarro Wolf. Leedlas con detenimiento y ya me decís qué os parecen.


"Utopía: del griego ou -no-, topos -lugar-; no existe tal lugar. El congreso entre los robles ha durado un abrir y cerrar de ojos y no existe en Colombia otro espacio abierto bajo las estrellas donde los hombres y las mujeres puedan reunirse a soñar con un futuro sin violencia y sin miseria, donde la convivencia entre los humanos no esté teñida por el desprecio, la desigualdad y la intolerancia. Un lugar donde no duerman unos en la cama y otros en el suelo, sino todos en el suelo; donde no haya unos que comen y otros que pasan hambre, sino una ollada de arracacha para repartir entre todos; donde las mujeres se bañen sin temor en las quebradas, donde quepan todos los niños y los viejos puedan leer El Quijote en corrillo; los árboles crezcan hasta cumplir mil años, los astros alumbren en la placidez de su silencio y los jóvenes puedan tener confianza en que la vida venidera será menos inhóspita que la que debieron llevar sus padres y sus abuelos.

Hombres y mujeres jugando por un rato a que está en sus manos hacer la vida más llevadera: no fue más lo que sucedió en aquel pico de la cordillera y, sin embargo, quienes allí estuvimos no habíamos visto antes nada tan importante y probablemente no lo volveríamos a ver.

Los ministros y empresarios que creen que hacer política consiste en reunirse en un salón de convenciones a calcular votos y traficar influencias, no entendían por qué el M-19 no transaba con un congreso a puerta cerrada, con temarios y credenciales, como son los congresos de sus propios partidos. Un congreso que no hiciera "desorden ni alboroto" como dijo el ministro de Gobierno, ni amenzara las instituciones. Los ministros y los empresarios no saben que sólo a cielo descubierto y en el pico de una montaña se puede jugar a que este feo destino no es el destino que nos tocó.

Las discusiones políticas y programáticas en Los Robles no fueron gran cosa: mucho se habló de paz y se reitero la decisión de hacer por ella "hasta lo imposible", pero el cerco cada vez más estrecho del ejército y los rumores que llegaban de que el Gobierno estaba dispuesto a dar luz verde al ataque al campamento, hacían que esa jurada esperanza de paz sonara lánguida y nostálgica como un lamento de quema andina. Como advirtieron los columnistas, aquello se pareció más a un safari o a un encuentro scout que a una deliberación consistente y una responsable toma de decisiones. Fue más el desorden y el alboroto, como temía el ministro de Gobierno. Pero fue mágico y extraordinario como un juego de niños en el bosque, un compartir papas saladas con desconocidos a la orilla del río, un saludar a la madrugada en medio del bailongo, un instante de alegría en medio de la inclemencia de este país donde, si algo amenaza las lúgubres instituciones, es justamente la alegría.

Es posible que los grandes momentos históricos no estén hechos de muchas palabras, ni siquiera de acciones trascendentales, sino de iluminados encuentros. Encuentros de una gente con otra y unas ideas con las opuestas, encuentros de enemigos irreconciliables que se reconcilian, de amigos que se abrazan, de desconocidos que se hacen amigos, de los hombres con su futuro, de un pueblo con su esperanza, de un país que, en ese peculiarísimo cruce de circunstancias y caminos, de repente se reconoce a sí mismo como tal y se anima a pensar que tal vez, después de todo, su vida de nación no tiene por qué ser tan dura.
Sólo "desorden y alboroto", como predijo el ministro de Gobierno, o sólo "confianza" como dijo Antonio Caballero. Botas pantaneras y pantanos, hogueras en la noche helada y agua de panela caliente en gachas, romería de jóvenes y viejos trepando loma a escondidas de la tropa y un no poder dormir en toda la noche, en parte por el frío y la incomodidad de la cama de troncos, pero sobre todo por la agitación insomne y deslumbrada que produce un instante de paz, de fe y de entusiasmo en medio de la amodorrada apatía de un país acostumbrado a mirarse la cara sólo en los espejos turbios de su guerra sin principio ni final.
Los Robles, el país donde todo fue posible. Los Robles, el país de nunca jamás."
* * *
"En la última visita le conté al presidente que de su despacho saldría directamente hacia el avión que me llevaría al exilio, porque la ruptura de los pactos de paz había llenado de amenazas y puesto en serio peligro las vidas de los que nos habíamos comprometido con el proceso. Le conté también que llevaba entre la maleta todos los papeles, los documentos y los testimonios que me permitirían reconstruir esa historia.
"Cuente con una beca de mi gobierno para escribir su libro", me ofreció.
"Imposible, presidente, es un libro contra usted."
"Ya lo sé. De todas maneras cuente con la beca, y escriba lo que le parezca"
"No gracias, presidente."
"Como quiera. Pero antes de que se vaya, Laura, quiero que hable con alguien", me dijo, y pidió que le pasaran una llamada a Londres.
Tomé la bocina del teléfono y allá en el fondo, detrás del zumbido de la distancia, reconocí la voz del ministro Bernardo Ramírez (que ahora era embajador) y en ese momento volví a verlo entre las balas, con la melena alborotada y agitando el trapo blanco. Sólo que ahora era una imagen quieta y borrosa, como una lámina de historia antigua.
"Dígale a mi amigo Belisario que estoy dispuesto a hacer lo que sea, ¡la paz no se puede acabar, carajo!", maldijo como hacía siempre.
Pero la paz se acababa, ministro, y estos eran sus últimos minutos. La tregua había estallado a tiros y su amigo Belisario hacía rato tenía otros planes, muy distintos, en la cabeza.
Quizá los años de soledad que se avecinaban no fueran demasiados; seguramente habría una segunda oportunidad sobre la tierra, debajo del mismo cielo pero con otros hombres y otros signos. Quizá también habría una tercera: el fatalismo histórico era un recurso poético y no político. Pero esa primera oportunidad, única e irrepetible, se había perdido, se había resentido la esperanza, y los intentos posteriores tendrían un costo social y humano cada vez más alto. Cada nueva paz llegaría arrastrando tras de sí un país agotado y más ensangrentado. Antes de que transcurrieran cuatro años, habrían de caer asesinados por las balas del ejército casi todos los protagonistas principales de esta historia, entre ellos Iván Marino Ospina, el Negro Alfonso Jacquin, Álvaro Fayad, Carlos Pizarro y más de tres mil guerrilleros amnistiados y supuestos simpatizantes de la guerrilla. Como los Aurelianos marcados con la cruz en la frente de Cien años de soledad, tal y como había sido predicho por Fayad.
Pero todo eso sería después, si alguna vez era. Por lo pronto a nadie tomó por sorpresa la consecuencia directa que tuvo el atentado contra Navarro: el 20 de junio de 1985 el M-19 dio la tregua por definitivamente rota e inició un periodo de combates y tomas violentas que marcarían al país como una mala cicatriz en la cara.
Se habían acabado los días de la paz y habían empezado los días de la guerra. Al principio la gente no notó el cambio, sorprendida más bien al descubrir cuánto se parecían los unos a los otros. Lentamente nos fuimos dando cuenta."
Para dar por terminado este post tan largo, os pego dos vídeos que conmemoran la vida de uno de los guerrilleros del M-19, para darnos cuenta de que hay más héroes revolucionarios que el Che. A mí personalmente no me gusta ensalzar la vida de una persona que haya usado armas de fuego (estoy en contra de la violencia), pero sí que estoy de acuerdo con alguna de las ideas de la guerrilla, como por ejemplo, tratar de ayudar a los pobres, poder tener voz dentro del terreno político y democrático, y, por supuesto, buscar la paz, pero, lógicamente, desarmándose, y no como se trató de conseguir por parte de la guerrilla, aunque vista la situación, el Gobierno de Betancur también cometió sus errores y su sordera hizo que los guerrilleros se negaran a la entrega de las armas.





La paz es como la felicidad, no se tiene sino por momentitos. Uno no sabe que la tuvo sino cuando ya pasó.

Gabriel García Márquez

3 comentarios:

Pat dijo...

Teteee, cuanto tiempo sin escribir, me he leido con detenimiento este post y está muy interesante, me gusta porque explicas muy claramente la realidad que ha vivido Colombia y que parece que ahora ya empieza a vivir más en paz.

Has conseguido que me apetezca leer el libro!!!.

Te mando un abrazo muy fuertee, te quierooooo, muaaaaaaa.

Francisco dijo...

Hola Pat!!!!

Qué bien ver de nuevo dos coments tuyos, ya pensaba que te había tragado la tierra!!! Aunque bueno, sabiendo que has estado tan liada y el motivo por el que ha sido te perdono, vaaaaa, jajajaa... La verdad es que cuando vi las fotos me diste muuuuchaaaa envidia...

Bueno, pues le pediré a los Reyes que cuando pasen por aqui me dejen un ejemplar del libro, y así te lo lees... jejejje... La verdad es que me encanta Laura Restrepo... Hay que leerla...

Ahora te dejo, que tengo una reunión con una japonesa a la que voy a empezar darle clases, jejeje...

Un besazo a todos!!!!

J. Andrés dijo...

La frase de nuestro Premio Nobel de literatura...La historia de mi vida...