martes, 29 de septiembre de 2009

Huellas de lo imaginario

Sus pasos se derretían en la acera debido al calor del mediodía. El sol atravesaba las nubes dejando su lenta capa en el aire. Todo se llenaba de la pegajosa gelatina de sudor. La camisa era una segunda piel más pegada que su alma al cuerpo. Y deseó haberse quedado en casa. Pero también pensó que aquellas calles estaban allí para que él las configurara en su imaginación, en el laberinto del mapa que llevaba en su mente, dándole huellas, señales, para que, tarde o temprano, se reencontrara consigo mismo en todo aquello que estaba allí antes de que el tiempo empezara su juego de minutos, segundos y horas. Sintió que aquel aire era muy antiguo, que lo atenazaba mucho antes de respirarlo. Y decidió que tal vez sería buena idea comprarse un coco, y beberse su líquido fresco, vaciarlo como se vaciaría a sí mismo de las nostalgias.

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Y entonces fue cuando necesitó buscarle otras esquinas al lago, buscarle otros planos, otras orillas, otros puentes. Y se encontró con que a veces hay muelles donde los ancianos de esta historia utilizan los paraguas para esconderse de la luz, del cielo gris, del bochorno de la ira del fuego que todo lo funde en su juego tropical y húmedo.

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Y también descubrió que más allá de su orilla, de la orilla del presente, había otra al otro extremo, la del pasado, donde todo era agua, casas grises como el cielo, metal, escalones y vidas ajenas, fosilizadas en algún segundo del origen de todo, en alguna lengüeta del tiempo remoto de las lágrimas. Y encontró allí la poesía, la ruralidad establecida en su vida.


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Pero, en un atisbo de sentido que le llegó como la significación de un símbolo, como la interpretación de una incógnita de alguna ecuación secreta, como un golpe de luz, se percató también de que aquella agua era un reflejo, un fluido de almas entre el pasado y el presente, y vio llegar a alguien, dándole significación a lo que pensaba en aquel preciso segundo. La única manera de llegar al pasado era en barca, y en el muelle del presente, los ancianos con paraguas estaban esperando a que llegaran aquellos sujetos que necesitaban volver a su pasado, para transportarlos a través de aquella laguna del tiempo a sus hogares, a su pasado, a sus historias compartidas, como las soledades de los peces oscuros que nadaban por debajo de sus vidas detenidas.

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Y una mujer con sharee esperaba su turno en este muelle para recuperar su pasado, su memoria llena de somnolencias, de arroz, de magnolias enfurecidas, de colores, de olvidos, de vegetaciones pobladas de sombras, de tapujos, de religión.


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Y también se encontró con dos infancias, con dos frutas sin madurar, que decidieron quedarse en el presente, porque todavía no tenían pasado.


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Y necesitó, atemorizado por aquella disconformidad temporal, por aquella diagonal que todo lo borraba, esconderse detrás de unas cañas, tragando saliva y notando el sudor frío del espacio tropical donde se encontraba desubicado su exotismo. Y nadie lo encontró allí escondido en su vigilia imaginaria.

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Estaba así, imbuido en sus ensoñaciones lánguidas y oscuras, cuando notó un tirón en su pantalón, en el camal derecho. Miró hacia abajo y un niño, venido desde el amanecer de aquella mañana sin sol, le hacía gestos con la mano, pidiendo la lismosna que le salvara la vida. Él, hipócrita, falso, egoísta, le dijo que no, que se fuera. El niño le decía que sí, con su mano lisa, destrozada por la ausencia, estirada. Y decidió que debía traerlo a este lado del presente. Lo grabó en su memoria visual del tercer ojo, sacó un billete de 2 takas y se lo entregó en la manita a aquel ángel sin sexo ni infancia, el cual, no se sabe a través de que recoveco, desapareció con su fortuna entre los dedos.


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Y pensó que debía empezar a huir de allí, de aquel presente agrietado e inconcluso. Y comenzó a caminar, buscando la memoria del futuro. Pero hacía cada vez más calor, y la humedad se le desangraba por los poros en forma de la sal convocada por el sudor. Y se paró a beber el suave y denso zumo de unas cañas de azúcar, extraído por un amigo del mar, con su timón de color rojo, esparciendo el agua blanca de aquel bambú dulce en su sucio cazo azul sin fondo, que trataba, sin prisa, de devolverle el tiempo a su reloj.


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Y fue entonces cuando halló la primera huella del futuro, en un cartel publicitario, incorrecto allí, fruto del contraste más horroroso, y notó cómo la brújula había perdido el Norte, y necesitaba un nuevo hilo de Ariadna, un nuevo cordón umbilical que lo acercara al camino correcto, alejándolo de aquella tormenta , de aquel tifón que lo tragaba hambriento, en su espiral eterna.


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Cuando coniguió escapar de aquella vorágine de polvo y magia efervescente, necesitó llorar. Pero, por mucho que lo intentó, no pudo, porque no le quedaban lágrimas, se las había quedado una mujer desconocida, esfinge sin edad, perdida en algún lado del desierto, que se buscaba a sí misma en los demás. Y en su ensimismamiento, le dejó representarla en la memora acuática de mi objetivo. El brillo de su cara le dijo que sus lágrimas ya estaban empezando a salir por cada poro de su rostro. Me vi obligado a darle un billete de dos takas, por dejarme escapar de la tercera persona que me había poseído, personaje de alguna de mis novelas inconclusas y que a veces no me dejan dormir. Aquella imagen descentrada de toda posible imaginación, me trajo de vuelta a este lado de la realidad; aquella mujer sin identidad consiguió que me diera cuenta de que todos estamos solos, y que ella nos comparte, dentro de su caos.


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8 comentarios:

Purita dijo...

Amor... la verdad es que tú te pasas o no llegas, jajaja. Tantos días sin escribir y ahora viene todo de golpe.
Me gusta tu forma de hacer que nos adentremos en lo que ve tu tercer ojo, de ser casi tu tercer ojo. Tus descripciones no son sólo eso, nos trasladan por un momento hasta ti, hasta Dhaka, hasta Banani Lake, hasta Gulshan.
Eres lo mejor que me ha pasado. Ya queda menos para estar juntos.
Te amo.

Francisco dijo...

Hola mi niña!!!! Mejor no llegar, porque pasarse a veces es malo. La verdad es que cada vez que voy caminando por la calle con mi tercer ojo que todo lo ve, vienes tú a mi lado, huyendo de lo feo y viendo sólo lo bello de esto. Tú también eres lo mejor, por eso estás en todas partes, ya lo sabes.
Te amo.

PD: No sé si es que la gente no me lee o es que son muy tímidos, porque espero tener más comentarios, que el blog está para eso, para trazar un vínculo entre todos, no sólo entre tú y yo (esa cuerda está muy bien amarrada y ya nunca se va a soltar). Espero que la gente se pronuncie.

Luisa dijo...

Compare comprame un coco!!
¿Está bueno eso del zumo de caña de azúcar?
Cuando haces las fotos, ¿vas pensando al mismo tiempo en lo que vas a escribir o haces el montaje después y te lo vas inventando sobre la marcha?
Bueno, dejando a un lado estas frivolidades, las personas,...
Debes saber, Paco, que tienes una gran fortaleza; ya no podría soportar esos rostros, esas miradas tan sobrecogedoras, llenas de luz y vacías de esperanza, es tan bello y aterrador...
Bueno, chiquillo, que tengo que escribir en cada día que has hecho, y no me da tiempo, que como dice mi madre tu, o calvo o en tres perruques!!
Sigo siguiéndote otro ratito.
Buenas noches.

Francisco dijo...

Hola Luisa!!!! Qué bien ver de nuevo un comentario tuyo en mi blog!!!.

Pues si te digo la verdad, todavía no he probado el zumo, me da un poco de miedo, más que nada por mi estómago. Pero no creas que algún día lo probaré, que tiene buena pinta.

La verdad es que también tienes razón: estar aquí es una prueba que fortalece y destruye al mismo tiempo, porqe cuando voy por la calle, pienso que, algún día yo me volveré a España o me iré a otro lugar, pero ellos se quedan aquí, tan llenos de alegría pero al mismo tiempo de desesperanza, que la verdad es que dan ganas de ponerse a llorar.

Ah, y en cuanto a lo del montaje de las entradas, aunque es un secreto, te lo explico: primero hago las fotos, sin tener un texto en la cabeza para ellas, y después, cuando las descargo y las veo, ya voy configurando lo que quiero decir. Pero no se lo digas a nadie, que me copiará la idea, jejee...

Espero que sigas leyéndome todos los días, que escribo para que me leais y no me sintáis tan lejos.

Un besazo y gracias por tus comentarios, y por estar ahí siempre.

Anónimo dijo...

Hola paquito! Segunda vez que entro en tu blog y impresionada con esto... me ha encantado, se nota que estás donde estás y que te va poseyendo el espíritu de aquellos lugares ¿eh? muy profundo y muy intenso.
Espero que repitas. Un beso. Déborah.

Francisco dijo...

Vaya, Débo, qué sorpresa más buena verte por estos campos, jejejje... La verdad es que sí, esto hay que verlo y sentirlo, porque te va controlando y dominando una sensación alucinante que no te puedo describir con palabras.

Pues poco a poco iré poniedo más entradas de este tipo...

Me encanta que me leáis...

Un besazooo

Patin dijo...

Teteeeeeeee, disculpa mi ausencia!!!!, me ha fascinado esta entrada, menudas fotos, menuda descripción de cada espacio y realidad que ves, nos lo transmites de verdad. Menuda novela va a salir de tu arte de escribir. Sigue así. Besitos y abrazooooossssss.

Francisco dijo...

Paturrín!!! Qué bien volver a verte por aquí!! Aunqu bueno, sé que has estado liadita con otras cosas, jejeje... Oye, me vas a sacar los colores, jejejeje...Que vergüenza... a ver si después mi novela no va a tener éxito, me sentiría muy mal... muchas gracias por tus coments...

Un beazooo