jueves, 5 de noviembre de 2009

Ángel fieramente humano

Toca, como cada semana, comentarios literarios: Dulce compañía de Laura Restrepo.

Antes de nada, decir que tal vez el acierto más importante de la novela haya sido rehuir del Realismo Mágico, estrategia que tal vez hubiera sido demasiado manida para narrar la historia del encuentro de un ángel en una de las barriadas pobres de Bogotá, Galilea (nombre bíblico, por supuesto). El tono y ritmo de la novela tratan de darle una realidad a dicho personaje que se encuentra muy lejos de toda inverosimilitud. Los trazos recomponen una figura que podría llegar a ser falsa, insertada mediante el poder de las palabras adecuadas, en la realidad colombiana: aspectos y elementos socioculturales como la pobreza, la violencia, la presencia militar y policial en las calles, la guerrilla (el ángel trata de escapar al monte, como los guerrilleros, porque no encuentra su lugar en el espacio urbano), las drogas (su adolescencia), la cárcel de La Picota (donde pasó una temporada y de la que consiguió salir no se sabe cómo), la religiosidad popular (toda la familia del ángel y todo el barrio), el pandillismo que recuerda tal vez a los sicarios (por la edad de los integrantes del M.A.F.A., que trata de acabar con la vida del ángel)... Todos estos elementos no hacen más que darle una realidad muy lejana a todo lo "inverosímil" de la Magia y lo colocan en un espacio compacto, tangible, concreto.

Tal vez, dos personajes que parecen estar cerca del Realismo Mágico son Las Muñís, Doña Chofa y Doña Rufa, dos hemanas que lo saben todo, no se sabe si de manera mágica o si es que son unas chismosas. Son en realidad las que le dan la clave a la protagonista, las que acaban por darle la pista última en su búsqueda y necesidad de darle un aspecto humano a aquella criatura celestial. Y es que aquel ángel tiene algo entrañable, que lo instala siempre entre lo real y lo eterno, algo que no deja indiferente a todos aquellos con los que se encuentra y tratan con él: una reportera que se enamora de él, una madre que trata de encontrarlo desde que fue arrebatado de sus brazos nada más nacer, un sacerdote que trata de matarlo por miedo y terror a que se descubra su "verdad", la doctora que lo trata como si fuera un paciente de psiquiatra, las mujeres que lo bañan y lo limpian como si fuera un objeto precioso y venerable. Si nos damos cuenta, todos estos personajes que son el eje sobre el que se traza la narración de la historia, son los que alejan a la figura del ángel de su realismo mágico, a través de su perspectiva humana le dotan de una verosimilitud hallada lejos de la frontera con lo ficcional.

Tal vez, aparte de la protagonista y del ángel, el personaje más relevante de la novela es Orlando, un niño pobre del barrio (no doy ninguna nota más sobre él por si os apetece leer la novela, dándoos además la intriga de quién será, jeejeje). Él funciona como lo que la teoría rusa llamaría "Coadyuvante", y es que desde su aparición en la novela hasta la última página de la misma, será el enlace entre ella y la realidad del ángel, el que colabore en la consecución de la Verdad, de la localización del punto "real" donde debe establecerse el lugar del ángel. Además, la nota que he omitido sobre él es la que tal vez, ayude en darle una realidad más concreta a éste.

Otra carectirística interesante de la novela es que la historia está contada en primera persona y además por una reportera, o sea, periodista. Ésto, si nos acercamos al espacio desde el que escribe Restrepo, es muy interesante, ya que liga dos aspectos, el primero es que como ya sabemos la autora fue periodista, con lo que unido a la primera persona discursiva, le da a la historia un matiz más verosímil (aunque a veces decidamos dudar de cosas que dicen los periodistas); el segundo es que funda el texto sobre la discursividad testimonial, es decir, es como si Laura Restrepo-reportera sin nombre en la novela hubiera recogido una serie de notas, relatos orales del barrio de Galilea, los cuadernos que Ara, la madre del ángel, ha ido escribiendo a mano y demás documentos referenciales para narrar esta historia, que, además, según mi punto de vista, tiene final abierto. Tal vez, la idea más significtiva de esto a lo que me estoy refiriendo es algo que la reportera dice sobre los cuadernos de Ara, y que me ayudan a enlazar con la idea que quiero poner más abajo, y que os cito a continuación:

"Me tiene prohibido publicar los cincuenta y tres cuadernos antes de la fecha de su muerte, con excepcón de los seis fragmentos que, después de mucho rogarle, pude incluir hoy entre estas notas."

Así, los cuadernos me parecen una de las ideas más interesantes de la novela: Ara los ha escrito por dictado telepático de su hijo el ángel. Los cuadernos manuscritos los escribe la madre pero las palabras no son de ella, son las del personaje que mantienen escondido y que es el centro real-inverosímil de la historia: ¿no recuerda esto a la literatura testimonial? Si recordamos a Rigoberta Menchú en su Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia tenemos que señalar que la obra en sí no fue escrita por ella, a pesar de su primera persona singular en el título, sino que la transcripción de sus palabras la realizó Elizabeth Burgos, dotando de una buena corrección de estilo al relato oral que Rigoberta dejaba grabado en los cassettes. Aunque las palabras sean de la indígena guatelmateca, el discurso escrito es de la compiladora, que es quien al final pone orden y corrige el discurso oral de la primera, de forma que la autoridad de la obra se difumina. En el caso de Dulce compañía podemos dilucidar la misma estrategia: el ángel "dicta" a su madre una serie de palabras y esta las pasa al papel convertida en una especie de "escritora autómata"; pero aquí no se cierra el círculo, porque después de Ara la reportera protagonista-Restrepo cita algunos trozos de estos cuadernos, con lo que podríamos hablar, de una manera figurada, de una triple autoría.

En cuanto a las citas que me gustaría poner, he de deciros que escribiría la novela entera, y aquí es imposible. Me ha resultado muy difícil la selección por la cercanía y simplicidad del texto, por la gran cantidad de sensaciones que genera cada palabra del mismo y porque el ritmo de la historia nunca se detiene.

Así, la primera es de un momento en el que el ángel ha sufrido algo parecido a un ataque de epilepsia y lo llevan a un hospital para hacerle un chequeo, y recibe un visita de la periodista. Dejamos aparte las posibles referencias a un erotismo cutáneo y metafórico:

"Regresé al lado de su cama, y le humedecí los labios con el suero. Él se incorporó un poo, para tomar un par de sorbos. Me miró y en el fondo de sus ojos vi un asomo de reconocimiento, que se apagó enseguida. Se volvió a desplomar sobre la espalda, y yo le fui untando la crema muy despacio, muy profundo, empezando por los pies, por la marca reciente del tobillo, como si ésta indicara el punto de partida en el mapa secreto de su cuerpo. Puse todo mi amor y mi empeño en la tarea, como queriendo desprender de su pie la costra de soledad."

La segunda cita es de más tarde, cuando la protagonista ha quedado con su amiga Ofelia, la directora del hospital donde han ingresado al ángel, para hablar sobre los resultados de las pruebas. Aquí vemos cómo el personaje central es descarnado absolutamente de sus elementos "inverosiímiles" y se carga de elementos reales, que lo acercan más a una verosimilitud narrativa y ficcional.

"Llegó a las 8 en punto, con un pan francés y un termo de consomé de pollo, asegurando que me caería bien. Prendió el televisor, porque no se perdía Aroma de mujer, la telenovela de esa hora, y tuve que esperar a que acabara de verla para empezar a preguntarle.
- Ahora sí, dime qué es lo que tiene.
- Imposible saber. Anda perdido en alguna parte entre el retraso mental, el autismo y la esquizofrenia. Pero muy, muy perdido.
- ¿Pero cómo vas a decir que está perdido un ser que produce semejantes escritos? Es que tú sólo has leido apartes de los cuadernos, pero si te tomaras el trabajo de...
- Un momento, un momento. Así nos vamos montando en una lógica disparatada y después no hay quién nos baje. Empecemos con que los cuadernos no los escribe el ángel, los escribe Ara. Si quieres hablar de los cuadernos, hablemos de Ara. Ésa sí que atina al cuadro esquizofrénico completo, oye voces y todo.
- Mejor no sigamos hablando, porque no llegamos a ninguna parte. Si quieres entender algo de esto, tienes que olvidarte de tu lógica, porque no nos sirve.
Caímos en un silencio incómodo y hasta hostil. Después de un lapso prudente, Ofelia buscó ablandar la situación preguntándome por qué yo me tomaba el asunto tan a pecho.
- Pues sucede que estoy enamorada de ese retrasado, autista y esquizofrénico -le dije de mala manera.
- Muy propio de ti. He debido imaginármelo. Espera -dijo cortada-, voy a echarle un chorrito de jerez a este consomé.
Nos quedamos calladas otro rato. Después ella dijo:
- Vamos a ver, empeceos por el principio. Por ese pasado que estás tratando de recomponer.
Yo no quería hablar más. De pronto todo el cuento me parecía espantosamente absurdo, y me sentía avergonzada y arrepentida de haberle contado a Ofelia la verdad. Menos mal no le había confesado que además había hecho el amor con él. Mínimo se desmaya."

La tercera cita es del momento en el que la reportera protagonista se conciencia de la pérdida del ángel. Sus palabras conmueven: a partir de entonces hay un giro, un cambio, una transformación. El presente configura entonces el pasado, y el futuro ya no existe. La despedida es el reflejo de un punto de inflexión, como en toda relación que se rompe:

"Un viento mojado que vino de los eucaliptos me trajo una plácida sensación de paz y me sopló al oído un mensaje conciso: Él está fuera de tu alcance, y ya no es urgente que lo quieras, ni que te quiera.
Yo entendí y asentí. Lo importante no era tenerlo cerca sino dejarlo libre para que se salvara, para que sobreviviera. Que pudiera cumplir con el propósito tras el cual había venido, cualquiera que fuera y por indescifrable que resultara para mí. Supe, sin dolor, que hoy era el día del adiós."

La última cita supone una especie de frase universal, y que muchas veces hemos escuchado: a menud no sabemos lo que tenemos al lado hasta que lo hemos perdido. La realidad de la novela es que la acabas de leer sin saber si el ángel es un humano que ha sido sublimado hasta alcanzar el grado de ángel por la religiosidad popular o si realmente es un ángel. En mi opinión, después de haber leído la novela, la primera opción cae por su propio peso, aunque a todo lector le gustaría que fuera la segunda.

"No acabo de agradecerle a las gentes de Galilea, que me hicieron ver lo que mis ojos por sí solos no hubieran visto. No es fácil reconocer a un ángel, y sin ayuda me hubiera sucedido lo que a muchos, que lo tuvieron cerca y no se dieron cuenta."

4 comentarios:

Patutin dijo...

muy interesante, me está apeteciendo leerlo, besitossss

J. Andrés dijo...

Vaya que si, este asunto del Angel, es algo asi como una realidad, no los vemos, pero ahi estan...Escondidos, aguardando, deseando ser escuchados, pero ignorados conscientemente...

Luisa dijo...

Acabo de apuntarlo en mi lista de Reyes; el Ángel de la Guarda, com odice la oración que rezaba de pequeña (y que pronto enseñaré a Marcos), las cuatro esquinitas. Es un bello libro el que has elegido; y un bonito tema, el de las personas realmente buenas y extraordinarias. Aparte de todo el resto de temática que comentas, que pare poder re-comentar debería leer el libro y documentarme más.

Paco, una pregunta: ¿piensas lo que vas a escribir o lo que escribes es lo que va fluyendo en tus pensamientos, así tal cual? Es que me parece impresionante porque yo, como spy un poco Bridget Jones, que suelto lo que se me pasa por la cabeza, tenga o no sentido...
Un besazo.

Francisco dijo...

Hola chicos... Pues sí, es una novela que hay que leer sin falta, es algo así como una novela para leerla antes de irse a dormir, porque te deja en los dulces sueños...

Luisa, ya se la pediré yo a los Reyes Magos para que la dejen en mi casa para tí, aunque igual me la quedo para mí, jajaaja... Y si te soy sincero, a la hora de escribir tengo 3 o 4 ideas y de ahí fluyen todas las demás... Es una manera de autogestación narrativa.

Un besote muyyy grande a todos!!!