No me quiero limitar a saber que estas sábanas volverán a encontrarnos mientras las noches ya no se repiten más y empiezan a oler en las encrucijadas del sueño que no se quedan olvidados en la almohada. Estufas. Ventanas despobladas. Desayunos que esperan en los armarios a ser preparados. Abrazos permanecidos en la perfección. El frío de una canica de cristal en el hielo del piso. Los espejos en aquel techo de tres metros y medio de altura. Espero que no tardemos mucho tiempo en saborear esta pregunta: ¿qué ocurre en nuestras casas cuando dormimos?
Porque a veces hay que repetir
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